La librería Documenta
Tras unas décadas de actividad ininterrumpida, Josep Cots, el alma de la librería Documenta de Barcelona, será expulsado próximamente de su local. Los propietarios de la finca han decidido rescindir el contrato de alquiler.
Tras unas cuantas décadas de actividad ininterrumpida, Josep Cots, propietario de la librería Documenta de Barcelona, será expulsado próximamente del local de la calle Cardenal Casañas. La causa: los propietarios de la finca han decidido rescindir el contrato de alquiler y dejarse tentar por el enésimo proyecto de un –más madera– hotel de lujo. Como Cots tiene 65 años, ha encontrado un socio de 38, Eric del Arco, con el cual aspira a buscar un nuevo local en el Eixample y, antes de junio del 2014, empezar una nueva etapa con los mismos principios de divulgación humanística pero en un espacio más amplio y con nuevas perspectivas. Para hacerlo posible, Cots y Del Arco necesitan un plus de financiación (aparte de la inversión principal, que asumirán ellos). Es una ayuda que han empezado a recaudar a través de la plataforma Verkami de micromecenazgos. Importante: si las aportaciones de amigos y clientes no llegan antes del 29 de enero, se acabó lo que se daba. Cots siempre ha rehuido el espectáculo del victimismo y evita la grandilocuencia nostálgica y los aspavientos lacrimógenos. Es fácil imaginar que, en las actuales circunstancias del crédito y la generosidad bancaria, los libreros han tenido que ceñirse a la realidad, hacer de tripas corazón y buscar el amparo, vulnerable y arriesgado, del compromiso de lo que Tennessee Williams denominaba “la amabilidad de los extraños”.
En este caso no todos serán extraños, porque Documenta ha sabido crear vínculos, aunque los clientes y los propietarios hayan mantenido una educada distancia (preservar este espacio es vital; tan peligroso es que un librero se imponga excesivamente como que un cliente acabe siendo percibido como un plasta). Mi vínculo con Documenta viene de, pese a no vivir en el barrio, buscar una excusa para visitarla y constatar que la distribución de los libros y el protagonismo de cada mesa no siguen las prioridades más tópicas ni se someten a un criterio comercial, sino que propone un gusto que antepone la capacidad de seducción de géneros aparentemente minoritarios como el ensayo sobre arte o filosofía y la poesía y que se permite un derecho de admisión que desprecia según qué oferta excesivamente inmediata, frívola u oportunista. E igual que les ocurre a tantos libreros, Cots vive diariamente (la librería sigue abierta, que conste) una situación que conviene asimilar con resignación e ironía: la cantidad de personas que entran a pedir libros que no tiene ni que piensa tener o que, con cierto despiste, pregunta: “¿Hacéis fotocopias?”. Y el librero se pregunta por qué siempre le piden lo que no tiene. En nombre de ese vínculo, acabo de ingresar el importe de los honorarios de este artículo en la cuenta de Verkami con la esperanza de que el 29 de enero no sea un final amargo sino un comienzo esperanzador.
Las aportaciones han de llegar antes del 29 de enero para que siga la librería