Operación Sagrada Família
YA en vida de Antoni Gaudí la colosal monumentalidad de la Sagrada Família y, especialmente, la amplitud de su entorno urbanístico fue objeto de intensas polémicas entre el propio arquitecto, los promotores del templo, el Ayuntamiento y la sociedad barcelonesa. Hoy, ciento treinta y un años más tarde, el debate continúa abierto, sin que se conozca todavía la decisión final. Diversas manzanas de edificios con viviendas, oficinas y comercios, el bloque más reciente de las cuales data de 1975 y está ubicado en la calle Mallorca, frente a la fachada principal, la de la Gloria, son un serio obstáculo para que el proyecto original del arquitecto catalán pueda llevarse a cabo tal como él lo concibió.
La Sagrada Família es el monumento más visitado de España y supera incluso a la Alhambra de Granada. Recibió a 3,2 millones de personas en el 2012 y es el punto de encuentro barcelonés más importante en el ámbito del turismo cultural. Lo será más cuando estén finalizadas las obras en un no lejano 2026, de ahí la necesidad, implícita en cualquier obra de estas dimensiones y características, de que el Ayuntamiento tome decisiones respecto a su entorno urbanístico. El Consistorio y la fundación de la junta constructora de la Sagrada Família han mostrado ya su disposición a dia- logar sobre una cuestión de notable complejidad, pues implica un pacto económico entre ambas instituciones, realizar expropiaciones y garantizar el realojo de los afectados. El estudio independiente, encargado por el Ayuntamiento, y del que informó ampliamente La Vanguardia, plantea diversas soluciones, que van desde dejar las cosas como están hasta abrir una amplia avenida tal como prevé el vigente Plan General Metropolitano, que plantea la apertura de una franja de 60 metros de ancho desde la calle Mallorca hasta Aragó. Una variante de la anterior prevé un paseo más estrecho, otra llegaría sólo hasta la calle València, con menor afectación de fincas. Una gran rambla, de nuevo hasta Aragó, es la propuesta más agresiva, pues implica derribar dos islas del Eixample, y una variante de la anterior tendría menos longitud y afectaría sólo a una manzana. Dos propuestas más se basan en la idea original de Gaudí, una en forma de estrella irregular de cuatro puntas, otra parecida con la estrella más pequeña.
Es necesario que Ayuntamiento, fundación y vecinos lleguen a un acuerdo sobre el modelo elegido y sobre el coste económico de tan compleja operación. Sea cual sea la solución, a Barcelona le conviene que se tome más pronto que tarde, para así ordenar urbanísticamente el entorno de la basílica.