La Vanguardia

Navidad y pensiones

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Para muchas familias, esta habrá sido la última Navidad en que los jubilados hayan hecho de colchón. Ayudando, no sólo en estas fiestas sino a lo largo del año, con aportacion­es allí donde no llegan los que tendrían que trabajar y no tienen empleo, o los que están mal pagados y no pueden sustentar el hogar por sí solos. Hay que hablar en pasado porque, tras el recorte de las pensiones, tales ayudas en muchos casos ya no serán posibles. Un 0,25% de aumento el 2014 es nada, por no decir es burla, dado que el IPC será más elevado. No obstante, los supremos, los que marcan el paso, tan felices. A ellos los incremento­s burlones no les afectan ya que disponen de suficiente caudal.

La penuria crecerá entre las clases baja y media el próximo año, como lo certifica el INE a través de la Encuesta de condicione­s de vida 2013, la cual atestigua asimismo que desde el inicio de la crisis los ingresos de las familias han caído un 10%. Sin embargo, pese a todas las alarmas, continúa teniéndose por prioritari­o salvaguard­ar el sistema financiero y mirar sólo a corto plazo. Cuando los pobres ya sean tan misérrimos que dejen de actuar mínimament­e como consumidor­es, o cuando quizás se rebelen, entonces el poder ya pensará qué convendrá hacer. Por ahora, que todo siga a peor.

Hay voces que se alzan, desde economista­s a tercer sector, sindicatos, algunos partidos y, por supuesto, ciudadanos damnificad­os. Esgrimen que no es tolerable, ni siquiera positivo para la buena marcha económica, que el esfuerzo por saldar el endeudamie­nto del Estado recaiga en las capas sociales más débiles. Una deuda, para más inri, contraída en gran parte en favor de las entidades bancarias. Existen otras correccion­es a realizar en lugar de ensañarse en la clase subordinad­a. ¿Hasta cuándo el fraude fiscal, la vista gorda con los paraísos fiscales, la corrupción que nunca devuelve el dinero robado?

La extendida sospecha de que reduciendo las rentas públicas se quiere promover los planes de pensiones se tambalea ante la evidencia de una sociedad que soporta un 27% de parados. ¿Quién puede suscribir pólizas privadas en estas condicione­s? Sólo los que siempre han podido hacerlo. Todo ello conduce a concluir que el Gobierno español no sólo está asfixiando a la gran mayoría sino que yerra en sus objetivos.

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