La cara humana del deporte
Llegadas estas fechas parece que es necesario hacer balance de lo sucedido e instantes después hacer propósitos para el próximo año. Y en los balances siempre aparecen noticias que nos entristecen y otras que nos alientan a seguir viviendo con la máxima intensidad. A mí, los hechos que más me han impactado se refieren siempre al aspecto humano de los deportistas dejando los resultados, que tanto gustan a la sociedad actual, a un lado.
Y el impacto mayor que rodea a un deportista es siempre todo aquello relacionado con las enfermedades y la muerte. Personalmente me han calado muy hondo dos fallecimientos. Uno de una mujer con mayúsculas a la que no conocía pero admiré, admiro y admiraré, me refiero a María de Villota. El destino la golpeó con mucha dureza, tanta que lo lógico es que se hubiera refugiado en el victimismo y la depresión. Pero no solo no cayó en ello, sino que le permitió que su persona adquiriera la máxima dimensión. Una dimensión imposible de lograr si sólo hubiera ganado campeonatos mundiales de formula 1. Perdió un ojo y mucho más para ver mucho mejor qué es la vida y cómo debemos transcurrir por ella. Siempre será una referencia.
Desde luego el impacto de la muerte de Álvaro Bultó fue tremendo. Te invade la noticia y te quedas inmóvil hasta que te das cuenta que forma parte de la realidad y más con la actividad que él practicaba. Pero uno se había acostumbrado a sus tiernos abrazos y su eterna sonrisa. Álvaro se fue físicamente pero no nos abandonó. Sus abrazos, como su vida, eran demasiado auténticos como para que el tiempo los diluya. Volaba porque era la única manera de sentir que abrazaba la vida.
Cuánta gente a nuestro alrededor tiene que luchar las grandes batallas contra las enfermedades. Son esos luchadores anónimos que no salen en ningún lado pero que, en cambio, día a día, y a pesar de los desánimos, siguen enfrentándose con una dignidad increíble. En el mundo del fútbol hemos vivido la enfermedad de Éric Abidal y su gran entereza para luchar contra la misma. Pero lamentablemente a veces la ilusión por vivir y la capacidad de sufrimiento no es suficiente para vencer a la enfermedad. Es lo que le sucedió a Agustín Villar, capitán y emblema del Zamora, a quien se le diagnosticó un cáncer testicular en el 2012 y su comportamiento ejemplar no fue suficiente para superarlo.
Tenemos la enfermedad de Tito Vilanova, que está luchando como un gran campeón. El otro día un buen amigo me dijo que estuvo hablando con él y que lo vio muy mejorado y con una gran mentalización. Su restablecimiento –la curación no se puede establecer sin el paso de varios años– sería mi mejor noticia en el ámbito del deporte en el 2014. Forma parte de esas expectativas prioritarias que uno establece para este año, ánimo Tito.
La otra expectativa es y será siempre que los formadores en el ámbito deportivo sepan transmitir la mejor educación posible para nuestros hijos e hijas. Esa educación que permita mejorar nuestra sociedad. Donde se enseñe que la ambición es importante para ser feliz, pero que la mejor ambición es aquella que nos permite ser lo más generosos posible respecto a los demás. Donde se haga comprender que donde hay que disfrutar es en el
Lo que no hemos sabido hacer tienen que lograrlo las próximas generaciones
recorrido, en la superación de las dificultades y en el saber compartir con los tuyos los mejores y peores momentos. Quiero que se dé esa educación que te permite combinar la mayor de las autoestimas con la máxima humildad. Quiero una sociedad mucho más humanista. Y no nos engañemos, todo esto que nosotros no hemos sabido hacer, tienen que lograrlo las siguientes generaciones y para eso hay que educar. Y nuestro amado deporte es seguramente la mejor de las herramientas para conseguirlo.