Damasco golpea en Beirut
Un coche bomba mata a un exministro y líder opositor anti-Asad
El centro más moderno de Beirut, reconstruido en los últimos años de estabilidad y bonanza, volvió ayer a los momentos duros de la guerra civil. Un potente coche bomba, cargado con 60 kilos de explosivos, se llevó por delante al ex ministro suní Mohamed Chatah, figura clave de la oposición, muy crítico con el presidente sirio Bashar el Asad y la milicia chií libanesa Hizbulah que combate a su lado.
Chatah no tenía ahora ningún poder aunque, como economista y diplomático, era un peso pesado en el bloque 14 de Marzo, una alianza de las fuerzas de oposición en Líbano. El atentado contra su vida, por lo tanto, es un aviso a este movimiento para que no interfiera en la alianza de Hizbulah con Damasco.
El ataque se produjo a las 9:40 de la mañana, cerca del complejo comercial y de oficinas Starco, así como del hotel Phoenicia, en una zona de torres de cristal, oficinas y apartamentos, que hasta ahora se había salvado de la violencia que, desde hace un año y medio, sacude Beirut y todo Líbano, cuya suerte está vinculada, para bien y para mal, a la de Siria.
Apenas una hora antes de morir Chatah escribió en su cuenta de Twitter que Hizbulah está presionando al gobierno libanés para controlar las áreas de seguridad y relaciones exteriores que Siria dominó durante los quince años que ocupó Líbano.
Esta ocupación terminó en el 2005, poco después de que el primer ministro Rafiq Hariri muriera en un atentado ocurrido no muy lejos de donde ayer perdió la vida Mohamed Chatah.
AUTORÍA El atentado lleva la marca de Hizbulah, la milicia chií que apoya a Damasco OPOSICIÓN El exministro Chatah iba a una reunión del bloque 14 de Marzo cuando fue alcanzado
Dentro de tres semanas el tribunal de La Haya que ha investigado el magnicidio juzgará a cinco prófugos de Hizbulah. La milicia chií, firme aliada del gobierno y de las fuerzas cristianas, no ha colaborado con la justicia internacional.
Desde el asesinato de Hariri, la lucha por el poder en Líbano ha sido intensa y sangrienta entre los partidarios y los detractores de Siria. En octubre del año pasado, por ejemplo, murió, víctima de otro coche bomba, el general Wisan al Hasan, ex responsable de la inteligencia militar y rival de Siria.
Entonces, igual que ayer, la mano de Hizbulah pareció estar detrás del atentado. Saad Hariri, hijo del desaparecido Rafiq y líder del movimiento 14 de marzo, no dudó en culparlos implícitamente. Habló, en concreto, “de los que se esconden de la justicia internacional y han propagado el fuego de la región hasta la nación libanesa”.
Chatah era uno de sus asesores más cercanos y el hombre de enlace con las cancillerías. Vivía muy bien protegido desde que hace dos años regresó a Líbano. Pensó que su vida no iba a correr demasiado peligro ahora que no
ejercía ningún cargo. Antes había sido ministro de Finanzas, embajador en Washington y representante de Líbano en el FMI.
Sus guardaespaldas no pudieron hacer nada por salvarle. El vehículo quedó hecho trizas, alcanzado de pleno por la explosión. Del malogrado Chatah pudo recuperarse su credencial. Se dirigía a una reunión del 14 de marzo cuando murió.
Con él fallecieron otras cuatro personas y, al menos, 71 resultaron heridas. El caos y el pánico se apoderaron de los transeúntes que llenaban las calles del centro de Beirut en hora punta. El ejército acordonó la zona y la cortó al tráfico. La zona de seguridad se mantuvo durante todo el día.
Hizbulah lamentó la muerte de Mohamed Chatah y condenó la cadena de atentados que ha sufrido el país en los últimos meses.
El pulso que libran chiíes y suníes en Siria hace al menos dos años que también perjudica a Lí- bano. El presidente sirio Bashar el Asad es de la secta alauí, una rama heterodoxa del chiismo. Perdía la guerra contra las fuerzas rebeldes, dominadas por los suníes, cuando Irán y Hizbulah acudieron al rescate. Ahora lleva la iniciativa y la oposición armada se ha fragmentado. Hay milicias salafistas vinculadas a Al Qaeda y con dinero de Arabia Saudí y grupos no tan fundamentalistas, que operan con fondos qataríes. La financiación de la guerra se realiza a través de grupos afines en Líbano.
La guerra en Siria, por todo ello, ya no es un conflicto sólo civil, sino regional e internacional. Los rebeldes reclutan guerrilleros en muchas ciudades europeas. Hay dos millones y medio de refugiados en Líbano, Turquía, Jordania, Iraq y Egipto. Rusia, con una base naval en Siria, se ha convertido en el gran mediador diplomático. Líbano, que apenas puede resistir el flujo de refugiados –aguanta más de
EXTENSIÓN DEL CONFLICTO El pulso entre chiíes y suníes en Siria contagia a Líbano, bastión de Hizbulah
800.000– está atrapado, su movilidad reducida a prácticamente cero, con un gobierno que se aguanta gracias a Hizbulah y un ejército de mínimos. La memoria de los 140.000 muertos de la gue- rra civil (1990-2005) ha endurecido la resistencia de un pueblo pragmático, obligado al pacto. De una población de cuatro millones de personas, un tercio son chiíes, otro cristianos y otro suníes.
Hizbulah es la organización más poderosa. Irán le pagó la reconstrucción del sur de Beirut, los barrios que son su plaza fuerte, destruidos por Israel en el 2006, y hoy su milicia es el principal grupo armado del país. De ahí la inquietud de Chatah en el tuit que dejó al morir.
Cuánto más se alargue la guerra en Siria –y todo indica que la paz tardará en llegar– más oscuro será el futuro de Líbano. Los suníes responderán al ataque de ayer y la espiral de violencia seguirá acelerándose.