La Vanguardia

Los crímenes políticos quedan impunes

- Tomás Alcoverro

Desde hace décadas en Líbano los crímenes políticos quedan impunes. Ninguno de los asesinos de los presidente­s Bashir Gemayel y Rene Moawad, ni tampoco de los primeros ministros Rachid Karame o Rafiq el Hariri, fueron identifica­dos.

Es tal la maraña de servicios de inteligenc­ia que actúan en el pequeño país de los Cedros, es tan honda la división de los libaneses ahora expresada, sobre todo, por el enfrentami­ento entre suníes y chiíes, que es muy difícil no quedar atrapado en esta opaca caja de Pandora de todos los conflictos del Oriente Medio.

Mientras dos Estados árabes que parecían muy sólidos como Egipto y Siria se han precipitad­o en la violencia política y en la guerra, Líbano mal que bien resiste todavía las fuerzas que tratan de hundirlo en el abismo.

Esta es una de las grandes paradojas actuales del Oriente Medio. Sin embargo, Líbano es víctima cada vez más, de las sacudidas de la escandalos­a y brutal guerra de la vecina Siria. Es un lugar común repetir que la comunidad internacio­nal quiere evitar la desestabil­ización del pequeño país en cuya frontera con Israel, no se olvide, están destacadas las tropas pacificado­ras de la FINUL bajo bandera de las Naciones Unidas.

El atentado de ayer evoca el que un día del invierno del 2005 provocó la muerte del poderoso estadista Rafiq el Hariri causando una serie de acontecimi­entos violentos en cadena.

Este último atentado se ha perpetrado contra un dirigente musulmán Mohamad Chatah que representa­ba en Líbano al ex primer ministro Saad el Hariri, hijo del político asesinado en 2005, y era uno de los más prominente­s jefes del bloque opositor del 14 de Marzo.

Su palacio, esta vacío desde hace años porque el político suní, aliado de Arabia Saudí, bien visto por Occidente, enemigo de los regímenes de Damasco y de Irán y del Hizbulah no vive en Beirut por temor a un atentado. Su jefatura de la comunidad suní tradiciona­l se ha debilitado con la guerra siria que ha fomentado la aparición de fanáticos grupos yihadistas.

Como en el caso de Hariri, el atentado ha tenido lugar en el más vigilado centro de la ciudad, en el barrio de Solidere, sede del Parlamento, con sus luces navideñas.

La hidra del terrorismo suní y chií –denunciada este último por el bloque 14 de Marzo– agrava la vulnerabil­idad de la población.

La dura guerra de Siria palpita en todos los rincones del República del Líbano.

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