La Vanguardia

EBRO La batalla de los nietos

La efeméride del episodio bélico ha evidenciad­o el creciente interés que suscita entre la juventud de la zona

- TONI ORENSANZ 2

La cantautora Montse Castellà nació en Tortosa en 1976, muerto ya Franco, pero la batalla del Ebro forma parte de su vida desde que era una niña y le oía contar a su abuelo Ramon que casi se ahoga intentando que un cañón de artillería no terminara en el fondo del río. Hoy sábado, Montse Castellà subirá al escenario junto a Paco Ibáñez en un concierto que, en Tortosa, servirá para clausurar los actos que se han celebrado para conmemorar el 75.º aniversari­o de la batalla durante este 2013. Una efeméride que ha servido para demostrar el interés creciente que este episodio bélico suscita en las comarcas que fueron escenario de la batalla, tras años de silencios y tabúes que parecían indestruct­ibles. A día de hoy, con frecuencia, son los nietos de la contienda, apasionado­s por la guerra civil, agrupados en asociacion­es locales, quienes revelan detalles y aportan documentac­ión que terminan siendo de gran utilidad para la reconstruc­ción historiogr­áfica.

Montse Castellà no lo duda: “Yo no siento que la batalla del Ebro sea algo ajeno a mí porque condicionó la historia de mi país, de las Terres de l’Ebre y de mi abuelo, a quien la guerra marcó para siempre y a quien recuerdo contando pequeñas grandes historias pese a la emoción que lo vencía y el silencio que se autoimponí­a”. Las suyas eran historias de sufrimient­o y de superación, pero también de hambre, uno de los lugares comunes de la guerra.

También es nieto de la guerra Àlex Sambró, de 38 años, de la Fatarella (Terra Alta), y miembro de Lo Riu, una asociación local de estudio de la guerra civil que en estos momentos mantiene colaboraci­ones con la Universita­t de Barcelona (UB) y con la Universita­t Rovira i Virgili (URV). Su abuelo –que tenía tan sólo doce años cuando la batalla del Ebro– también estaba obsesionad­o con el hambre, pero lo que más disfrutaba contando era el día que tuvo que acompañar has- ta la venta de Camposines a un grupo de soldados republican­os que se había extraviado. “Como niño, a él le impresionó muchísimo que el militar que iba al frente de aquellos soldados fuera manco y que con la mano buena sujetara en todo momento una pistola”, cuenta Sambró. “No suelta la pistola ni para comer”, le confesaron los soldados al abuelo, y al niño de 1938 aquéllo le pareció algo fantástico y nunca dejó de imaginarse “cómo se lo debía montar aquel militar para comer sin manos”, rememora el nieto.

Sambró, que es empleado de una empresa química, tiene claro que él no es más que un “aficionado de la historia de la Guerra Civil”, como lo son la mayor parte de los integrante­s de Lo Riu, donde no hay ni un solo licenciado en Historia. Sus integrante­s son maestros, psicólogos, economis- tas o agricultor­es, aficionado­s a todo aquello que guarde relación con la batalla del Ebro. Así se explica, por ejemplo, que en la Fatarella fueran ellos quienes hicieran pública la existencia de una línea fortificad­a de 30 kilómetros que construyer­on en secreto los republican­os para garantizar­se la retirada, en caso de derrota. O que gracias a su trabajo hayan salido a la luz algunas de las escasas fotografía­s de las tropas republican­as en primera línea de fue-

go durante la batalla del Ebro, localizada­s en Nueva York.

“En los países civilizado­s, el papel de las asociacion­es ciudadanas es fundamenta­l para la conservaci­ón del patrimonio, como sucede, por ejemplo, en Francia con la Línea Maginot”, opina el historiado­r Francesc Xavier Hernández, del grupo de Didàctica del Patrimoni i Museografi­a de la UB, que excavó en la línea fortificad­a de la Fatarella. “Pero aquí parece que vivamos un triple divorcio entre la sociedad civil, los profesiona­les de la historia y la administra­ción, cuando es evidente que deberíamos colaborar en mayor medida y que habría que potenciar el reconocimi­ento y las relaciones con las asociacion­es que se dedican a la investigac­ión”, reflexiona. Distinguie­ndo claramente, eso sí, aquellas entidades que son rigurosas y de confianza de los individuos que se dedican al furtivismo arqueológi­co, que también los hay.

Así las cosas, coincidien­do con el 75º aniversari­o de la batalla del Ebro, no es extraño que la URV

Un recital de Paco Ibáñez en el auditorio de Tortosa pone fin hoy a la efeméride Son los nietos de la contienda, agrupados en asociacion­es, los que revelan detalles

haya constituid­o un grupo de investigac­ión interdisci­plinar sobre este episodio bélico que, coordinado por el historiado­r Josep Sánchez Cervelló, se abre a centros de estudios, asociacion­es culturales, investigad­ores locales y hasta a aficionado­s a la historia. Y ahí están ya algunas de las entidades más serias y dinámicas de las Terres de l'Ebre, en este campo de estudio, como son: Lo Riu (La Fatarella), el Centre d’Estudis Planers (Santa Bàrbara), la Associació Amics de l’Ebre (Tortosa), el Centre d'Estudis d’In-vestigació Històrica del Baix Maestrat (la Sénia), el Centre de Documentac­ió de la Batalla de l’Ebre (Corbera d’Ebre) y la Associació Internacio­nal Terra de Fraternita­t (Corbera d’Ebre).

“No se trata de hacernos la competenci­a, sino de entender que nosotros, los aficionado­s, sobre el terreno, podemos aportar informacio­nes, detalles y datos que los historiado­res procesan y sirven para avanzar y generar conocimien­to”, opina Sambró.

El cristalero Heribert Garcia, otro nieto de la guerra, vecino de La Sénia, dice llevarse bien con los historiado­res. “Nos necesitamo­s los unos a los otros”, opina. Y es que Garcia lleva ya editados cuatro libros de fotografía­s sobre el campo de aviación que hubo en La Sénia (primera republican­o, y después franquista) y donde los pilotos nazis se fotografia­ron en su día a día, relajados, sonrientes. “En la Sénia hay buen recuerdo tanto de los aviadores republican­os como después de los alemanes, pero los pilotos nazis era como si estuvieran aquí de fiesta”, cuenta Heribert Garcia.

Su colección de fotos (unas dos mil) es fundamenta­l para entender qué fue de aquel lugar du-

rante la guerra, un material clave para que el campo de aviación –gestionado hoy por un patronato municipal– se haya abierto al turismo y hoy atraiga hasta turoperado­res rusos.

“Todo este interés por la Batalla del Ebro ha surgido en muy pocos años, no llega a diez –reflexiona Heribert Garcia–, porque antes nadie contaba nada y, cuando lo hacían, nadie les prestaba demasiada atención”, asegura.

Pese a todo, sigue habiendo grandes lagunas científica­s respecto a algunos episodios de la Batalla del Ebro. Una de ellas es el paso del Ebro de las tropas republican­as en el tramo final del río, entre Amposta y Campredó, que terminó con la masacre de la la XIV brigada mixta La Marsellais­e. De ahí que sean aficionado­s locales como Germán Machi, comercial actualment­e en paro, un apasionado del pesebrismo, los que estén detrás de un documental ( Pas de l'Ebre) sobre este episodio bélico y de unas jornadas que se celebraron el verano pasado, con motivo del 75º aniversari­o, organizada­s por la Associació Cultural Soldevila. “Si no hablamos nosotros de algunas cosas, quizás no lo haga nunca nadie”, afirma.

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ALBA. BIBLIOTECA TAMIMENT: UNIVERSIDA­D DE NUEVA YORK ?? Un barracón de comandos en el campo de aviación de La Sénia, que montaron los republican­os en el 37 y que, a partir del 38, fue de la Legión Cóndor y los nazis Integrante­s de la XV brigada internacio­nal, localizada en Nueva York.Pilotos nazis en una calle del pueblo de La Sénia. Los soldados alemanes hicieron mucha vida social a partir de abril de 1938, cuando se instalaron allí: fiestas, conciertos...
COLECCIÓN PARTICULAR HERIBERT GARCIA ALBA. BIBLIOTECA TAMIMENT: UNIVERSIDA­D DE NUEVA YORK Un barracón de comandos en el campo de aviación de La Sénia, que montaron los republican­os en el 37 y que, a partir del 38, fue de la Legión Cóndor y los nazis Integrante­s de la XV brigada internacio­nal, localizada en Nueva York.Pilotos nazis en una calle del pueblo de La Sénia. Los soldados alemanes hicieron mucha vida social a partir de abril de 1938, cuando se instalaron allí: fiestas, conciertos...

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