El tamborileo de los dedos
SE cuenta que Joseph Conrad era un personaje irritable que cuando se le caía la pluma al suelo, en vez de recogerla inmediatamente, se pasaba varios minutos tamborileando exasperado sobre la mesa, lamentando el accidente. Era como si le exigiera a la estilográfica que volviera a su sitio.
Viendo el cuadro de la evolución de la renta de las comunidades autónomas que acaba de hacer público el INE, se puede entender que en Catalunya –pero también en la Comunidad Valenciana o Madrid– sus gobernantes golpeen repetidamente la mesa con las yemas de los dedos esperando que otras comunidades de la España meridional pasen de una vez de la política de subsidios a otra de inversiones productivas. Cuando las estadísticas corroboran que el PIB regional ha bajado un 1,6% de media el último año, y viendo que los territorios que hacen más recortes (y esfuerzos) para volver a crecer viven lastrados por un principio de solidaridad mal entendida, es evidente que el Gobierno de España debería no sólo limitar la solidaridad, sino también exigir que esta generara riqueza en lugar de clientelismo.
En el caso de Catalunya, que no goza de las ventajas forales del País Vasco y Navarra, ni de los beneficios de la capitalidad de Madrid, mantener el cuarto lugar en cuanto a PIB per cápita demuestra su capacidad de resistir a la crisis, aunque sus ciudadanos han hecho enormes sacrificios. Tiene pues todo el sentido del mundo el disgusto de sus ciudadanos, que algunos canalizan en la voluntad de un cambio en la financiación y otros vehiculan en su rechazo al Estado. Tampoco a Conrad le gustaba navegar y durante un tiempo fue marinero.