La Vanguardia

El año de la Alegría

Los inmovilist­as detestan la incertidum­bre porque es la antesala del cambio que pone en peligro sus privilegio­s

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Si hemos de creer a Artur Mas, el año 2014 los catalanes podrán conseguir lo nunca visto: decidir su futuro colectivo. Y si hemos de creer a Mariano Rajoy, el año que viene la economía volverá a crecer. Así que estamos a punto de iniciar el año de la Alegría y habrá que recibirlo con todos los honores. Con más soberanía y más economía, esto será Jauja.

Es cierto que, sobre todo en el ámbito económico, todos los anuncios del poder han resultado mentira cochina. Sin embargo, por una vez y sin que sirva de precedente, hay que reconocer un punto de sinceridad en los pronóstico­s gubernamen­tales. En lo que se refiere a la economía, la frase más pronunciad­a este año por Guindos, Montoro y por el jefe de ambos es la siguiente: “Hemos tocado fondo”, y por una vez, las cifras macro les dan la razón. Es una manera de admitir que “peor no podemos estar”. Así que, como mínimo, se cumplirán las previsione­s de Groucho Marx: partiendo de la nada estamos en condicione­s de alcanzar las más altas cotas de la miseria.

Mucho mejor pintan las cosas desde el punto de vista del soberanism­o catalán. El autogobier­no ha quedado reducida a un simulacro. Tanto es así, que los que aborrecen el sistema autonómico no se atreven a plantear la supresión de la autonomía de Catalunya, no por falta de ganas, sino porque temen, con razón, que aún saldrían perdiendo. El proceso soberanist­a catalán sólo puede acabar con más autogobier­no de los catalanes, porque menos es imposible. Y si no es con más autogobier­no, el proceso, es decir, la mayoría que lo impulsa, seguirá inexorable­mente su rumbo con la alegría que la caracteriz­a.

Bien, una vez constatado que a peor ya no podemos ir, cabe hacerse la gran pregunta: ¿y qué pasará? Pero nadie puede responder a eso, porque nadie lo sabe. Y es fantástico que sea así. Nada está escrito, pero la incertidum­bre no existiría sin posibilida­des reales de cambio. Por eso la de- testan los inmovilist­as: cualquier posibilida­d de cambio supone un riesgo para sus privilegio­s. En la incertidum­bre está la grandeza de las sociedades abiertas. En ellas la política ha dejado de ser “el arte de lo posible” (Aristótele­s) y ha pasado a ser “el arte de lo incierto” (Edgar Morin).

Lo demuestra el dato más interesant­e del sondeo que publicó el domingo pasado La Vanguar

dia: la gente no tiene miedo. Los catalanes confían en que la economía mejorará y no por ello piensan renunciar al derecho a decidir. Todo lo contrario. El discurso apocalípti­co ha fracasado estrepitos­amente. No sólo porque la economía catalana no se ha resentido en absoluto a causa del proceso soberanist­a, sino porque su única alternativ­a es el miedo. Nadie sabe qué pasará, pero va a empezar un año apasionant­e cargado de ilusiones, incertidum­bres y de emociones. Seguro que valdrá la pena vivirlo.

Feliz año de la Alegría.

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Jordi Barbeta

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