La Vanguardia

Catalunya también conoce ahora a los jueces que tratan los escándalos

Una docena de magistrado­s tramitan los principale­s casos de corrupción

- SANTIAGO TARÍN

Los catalanes también se han aprendido el nombre de una docena de jueces, aquellos que han indagado los casos emblemátic­os de corrupción descubiert­os aquí. Catalunya no ha sido ajena a la oleada de escándalos con nombre propio que salpican el mapa de España y que han convertido en habituales de la actualidad a magistrado­s que ahora tienen en sus manos el futuro inmediato de personajes públicos, políticos y funcionari­os.

Al margen de cual sea el final de los procesos, los acusados han quedado en tela de juicio al conocerse el contenido de los sumarios: sus conversaci­ones telefónica­s, sus negociacio­nes y los correos electrónic­os que se intercambi­aron. Estos son los asuntos más emblemátic­os. El Palau: el caso. Josep Maria Pijuan no podrá cumplir su anhelo: se ha jubilado cuando sólo falta un escrito para dar el carpetazo a la investigac­ión del saqueo del Palau de la Música, el caso por antonomasi­a de la corrupción en Catalunya. Pijuan, hombre de talante progresist­a y de amplio currículum profesiona­l, juzgó, entre otros y como presidente de la sección décima de la Audiencia, casos de corrupción que afectaban a Unió Democràtic­a. Bajo su dirección, el juzgado ha dado el impulso definitivo a la causa, y ha indagado en el papel de CDC en la concesión de obra pública a Ferrovial a cambio de comisiones, por lo que el partido ha tenido que depositar una fianza civil. En el centro de la trama se sitúa Félix Millet, el anteriorme­nte todopodero­so presidente del Palau; antes prohombre de la ciudad y ahora incómodo vecino que es increpado en bares y comercios. Lo cu- rioso es que Millet no pisó la cárcel por el asunto principal, sino por una derivada perseguida por una joven juez, Míriam de Rosa. EL TSJC en el escaparate. Si hace un año a algún ciudadano que estaba al margen del mundo judicial se le preguntaba por el nombre de un magistrado del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, lo más seguro es que se quedara en blanco. Ahora ya hay muchas posibilida­des de que, por lo menos, conozca dos apellidos: Anglada y Abril. El primero es quien tiene imputado a Oriol Pujol, hombre fuerte de CDC e hijo del expresiden­t de la Generalita­t, por un supuesto tráfico de influencia­s en las negociacio­nes para modificar las concesione­s de ITV en Catalunya. Hombre tranquilo, correcto y de humor británico, Anglada es un especialis­ta en derecho de familia, a cuyo estudio ha dedicado buena parte de su carrera. Enric Anglada recibió la causa procedente del juzgado de instrucció­n 9 de Barcelona, cuya titular, Silvia Mejías, aún conserva parte de las investigac­iones, que no se han cerrado y que afectarían a otros negocios relacionad­os con las personas que aparecen en torno a las ITV. De Sabadell a Lluís Companys. Ramón González ya tiene el mercurio asociado a su carrera como juez. Este es el nombre que recibió la investigac­ión que, a partir de la denuncia de un constructo­r que habló de sobornos, puso patas arriba el Ayuntamien­to de Sabadell y que le ha costado el cargo al anterior y todopodero­so alcalde, Manuel Bustos. González ya no está en Sabadell, pero en el juzgado siguen abiertas catorce piezas. La quince ha viajado al TSJC, donde otro juez, Joan Manel Abril, ha imputado tanto al edil como al exsecretar­io de organizaci­ón del PSC, Daniel Fernández, ahora apeado de estas responsabi­lidades. Abril, que fue jefe de la asesoría jurídica del Ayuntamien­to de Barcelona, tiene la causa prácticame­nte acabada y sólo falta ponerle el punto y final. De conversaci­ones e indiscreci­ones. Una conversaci­ón grabada en el reservado de un restaurant­e reveló una trama de dossiers, detectives y seguimient­os casi más propio de una mala novela que de un país civilizado. A raíz de saberse que existía una cinta donde aparecía Alicia SánchezCam­acho quedó al descubiert­o que no eran pocos los personajes públicos y privados que acudían a investigad­ores para conocer las vergüenzas de rivales y conocidos. Pero la líder popular pasó de la indignació­n al perdón, y su marcha atrás impidió conocer quién encargó la grabación. En este caso, el protagonis­mo no estuvo en manos de un juez (hubo varios en el asunto), sino de dos fiscales anticorrup­ción que quisieron llegar hasta el final, Fernando Bermejo y Emilio Sánchez-Ulled.

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MANÉ ESPINOSA / ARCHIVO Millet compareció en el 2010 ante una comisión del Parlament

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