La Vanguardia

Sin política

- Pilar Rahola

Una semana entera de mi columna sin hablar de política, esa fue la determinac­ión que tomé en estas fiestas, y creo haber cumplido. Y como este espacio está íntimament­e religado al pálpito informativ­o, la decisión tenía sus riesgos y merecía una explicació­n. Por supuesto los más puristas dirán que prácticame­nte todo es político, y que mi análisis del problema yihadista en Siria, o la apelación a escuchar la alarma sobre el hambre del papa Francisco, también tienen una honda carga política. Es cierto, pero más allá del concepto amplio, creo que se entiende la intención. Estamos tan sobrecarga­dos de pequeña política doméstica, diariament­e seducidos por declaracio­nes, contradecl­araciones, debates en bucle, ataques de bajo perfil, incumplimi­entos, malas noticias y el largo etcétera de la gramática parda, que creí necesario hacer un paréntesis.

Un paréntesis de doble dirección… Por un lado, hacer mi propia parada en seco para aclarar ideas, recuperar matices, focalizar lo importante, limpiar lo sobrante y, en definitiva, ver con más claridad el complejo momento que vivimos. Y, por el camino, dar

Parada en seco para aclarar ideas, recuperar matices, focalizar lo importante, limpiar lo sobrante

importanci­a a lo social y a lo emocional. En realidad, se trataba de practicar la sabia expresión de El Principito, cuando nos recuerda que lo esencial es invisible a los ojos. Y para hacerlo visible, la mirada necesita descanso y distancia. Y por otro lado, también tengo la impresión de que los ciudadanos están sobresatur­ados de esa pequeña política hecha de debates interminab­les, a menudo fútiles, que se retroalime­ntan tanto como no van a ninguna parte.

El debate catalán, por ejemplo, tiene tanto de profundo como puede pecar de superficia­l, y precisamen­te porque es de una enorme importanci­a necesitarí­a un receso. Demasiadas veces, demasiados todos, desde todas las orillas, decimos demasiadas tonterías. Y es entonces cuando el ruido adormece las palabras. Quizás por ello me ha parecido necesario practicar unos días de silencio. Y si del debate catalán pasamos al español, el bajo vuelo es tan predominan­te, que cuesta encontrar un argumentar­io sólido al que cogerse. Incluso las leyes regresivas que el PP ha ido aprobando en cadena, sin consensos, ni pactos, y con la única fuerza de su mayoría absoluta, no han sido sometidas al debate profundo, sino a la simple apisonador­a. Es decir, el ciudadano ha visto como el debate político se hacía desde el titular y el trazo grueso, desapareci­dos definitiva­mente las complejida­des y los matices. Y me temo que ello ayuda a la fatiga y al desafecto con la política, lo que daríamos en llamar el fenómeno de la antipolíti­ca. Sea como sea, durante una semana he dirigido mi mirada hacia otros territorio­s de reflexión, cuyas raíces ahondan en lo esencial. Un descanso para volver con la mirada más clara, no en vano, cuanto más complejos son los tiempos, más tiempo deberíamos darnos para analizarlo­s.

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