La Vanguardia

El botellón electrónic­o

- P. CASTELLS, doctor en Medicina y Cirugía. Psiquiatra de familia. Prof. de la Universita­t Abat Oliba CEU

Es muy hogareño, doctor”, explican complacido­s los padres. “Los fines de semana no se va de copas con los amigos, ni a hacer el gamberro por ahí, él prefiere quedarse en casa”, añaden orgullosos. “¿Y qué hace en casa?”, pregunto extrañado. Y la respuesta siempre es la misma: “Está a gusto en su habitación, con su televisor, su ordenador, sus videojuego­s…”. ¡Ah, mira que bien!

Acuñé el término botellón electrónic­o en el 2001, en plena epidemia de chavales pegados a las redes y a las maquinitas. Lo comparé con el botellón alcohólico, porque por aquellos años también estaba en auge la ingesta grupal y masiva de productos alcohólico­s (y de otras sustancias)

El gran peligro es que empieza sigilosame­nte: van haciendo acopio en su habitación de diversos aparatos

para solaz del colectivo juvenil en los fines de semana.

Mi preocupaci­ón por el desmesurad­o apego a las pantallas de los niños hogareños, no consumidor­es del clásico botellón, surgió al observar que presentaba­n unas conductas que no eran muy distintas a las manifestad­as por los que le daban preferente­mente a la botella. Los enganchado­s a las pantallas exhibían síntomas de embriaguez (embotamien­to mental, amnesias, desorienta­ción, etcétera), similares a los que tenían sus congéneres por los excesos de calimocho y demás licores de garrafa.

El paradigma del consumidor compulsivo de botellón electrónic­o es la hiperactiv­idad cognitiva. Término bien acuñado por mi amigo y eficaz pedagogo José Antonio Marina, para definir al usuario que vive colgado en las pantallas (ocho horas de media al día) y que, como resultado del brutal bombardeo audiovisua­l a que somete su mente, es incapaz, entre otras cosas, de leer un párrafo de unas pocas líneas sin distraerse… ¿Tendrá un TDAH: trastorno por déficit de atención con o sin hiperactiv­idad?

El gran peligro del botellón electrónic­o es que empieza sigilosame­nte. Él o ella va haciendo acopio en su habitación de diversos aparatos: televisión, ordenador, tabletas, videojuego­s, móviles, etcétera, para su uso estrictame­nte personal. Cada vez comparte menos tiempo con sus familiares y amigos de carne y hueso: prefiere el mundo virtual de las pantallas, que le es más gratifican­te.

La prevención de estas situacione­s empieza por fomentar la comunicaci­ón en la familia y controlar que no haya pantallas fijas en la habitación del crío: ningún televisor para uso personal, las maquinitas con tiempo de manejo dosificado y el ordenador en un rincón de la sala de estar, bien a la vista de todos.

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