La Vanguardia

Pitxot recuerda la visita que hizo con Dalí en 1973

El pintor buscaba una puerta en la que pintó con 12 años unas cerezas, durante una convalecen­cia

- J. PLAYÀ

El pintor Antoni Pitxot, director del Teatre-Museu Dalí y sobrino de los hermanos Maria, Pepito y Ramon, los moradores del Molí de la Torre a principios del siglo pasado, se suma al lamento por el deterioro de este edificio. “Lo visité el 8 de julio de 1973 con Dalí. Habíamos estado en su museo de Figueres, que aún no estaba abierto, fuimos a comer a Ca la Teta, en el restaurant­e Duran, y después quiso visitar el Molí y pidió un taxi. ‘Ara he de fer una visita íntima’, dijo, y se desprendió de los otros comensales. Quería saber si aún se conservaba una puerta en la que con 12 años había pintado unas cerezas rojas y luego encima de la madera había clavado los rabos para darle mayor veracidad”. No la encontraro­n, aunque sí apareció en un desván un óleo semiacabad­o de Ramon Pichot –que como el resto de esta familia firmaba el apellido con ch– que sirvió para un cartel. Por suerte, este cuadro ha sido conservado por uno de los antiguos propietari­os.

Dalí explicó aquel día a Pitxot que desde el torreón de la casa había pintado en su adolescenc­ia varios paisajes de la plana de l’Empordà. En su autobiogra­fía Vida secreta incluye dos dibujos de la torre superior y relata varias fantasías sexuales que tuvieron como protagonis- ta a Julia o Julita, una hija adoptiva de Pepito Pichot.

Durante aquella visita también comentó que sus estancias en el Molí eran para restablece­rse de alguna gripe. “Dalí era un niño muy enfermizo, acostumbra­ba a tener rotija, que es así como en el Empordà llamamos al dolor de garganta, y entonces lo enviaban a que respirase aire puro, debían de considerar que en Figueres estaba contaminad­o”. En esta visita los guió la propietari­a, Antònia Rubert, y han quedado las imágenes que tomaron Meli y Robert Descharnes, los dos fotógrafos que en su coche les siguieron hasta el Molí. Dalí quiso recorrer todos los rincones de la casa. “Se acordó de que en su habitación había otro cuadro de Ramon Pichot, ti- tulado Cala Jugadora, y que el sol se reflejaba en unos pedazos de mica enganchado­s sobre la tela. Ni estaba ni se sabe su paradero. Recuerdo que también le hizo gracia que un murciélago se enganchase en su bastón”.

El coleccioni­sta norteameri­cano Reynolds Morse, impulsor del museo Dalí de Saint Petersburg (Florida), lo visitó en más de una ocasión y ya en 1974 incluyó una foto en su libro Dali. A panorama of his art, donde reivindica­ba el Dali land. Más tarde incluso se planteó instalar aquí un restaurant­e.

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MELI / FUNDACIÓN GALA-SALVADOR DALÍ Dalí y Pitxot, con un óleo de Ramon Pichot

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