Pensar en grande, actuar en pequeño
Reconocía el papa Francisco en una entrevista a Antonio Spadaro que había optado por ingresar en los jesuitas porque le impresionaba su disciplina: “Algo curioso, porque yo soy un indisciplinado nato, nato”. También le atraía la vida comunitaria. Precisamente este aspecto explica su comentada elección de no trasladarse al apartamento pontificio y seguir viviendo en Santa Marta tras ser elegido Papa, en la habitación 201: “El apartamento pontificio no es lujoso... pero es como un embudo. Sólo es posible entrar con cuentagotas, y yo, la verdad, sin gente no puedo vivir”.
La enseñanza ignaciana que más le sirve para su tarea papal, explica Francisco, es el discernimiento, basada en la máxima: “No limitarse en lo grande y concentrarse en lo pequeño”, algo así como el think global, act local, en que el primer término alude a los grandes horizontes del Reino tiempo, advierte Francisco a los que esperan cambios en la Iglesia: “Se realiza siempre en presencia del Señor, sin perder de vista los signos, escuchando lo que sucede, el sentir de la gente, sobre todo de los pobres. Mis decisiones, incluso las que tienen que ver con la vida normal, como usar un coche modesto, van ligadas a un discernimiento espiritual que responde a exigencias que nacen de las cosas, de la gente, de la lectura de los signos de los tiempos... Desconfío de las decisiones improvisadas”.
De su formación jesuita, Francisco también recuerda los sentidos espirituales, “los capaces de sentir a Dios” incluso en nuestro mundo salvaje. No se trata de encontrarlo empíricamente, “se necesita una actitud contemplativa: es el sentimiento del que va por el camino bueno de la comprensión y del afecto. Señales de que estamos en ese buen camino son la paz profunda, la consolación espiritual, el amor de Dios y de todas las cosas en Dios”.