La fraternidad, camino de la paz
Termina un año civil y dentro de tres días empezamos otro. Nos dicen que será mejor que el año pasado. Dios lo haga. La manifestación de los buenos deseos de cara al año nuevo es algo más que una mera costumbre social. Es como la confesión de que el mundo podría –debería– ir mejor.
Coincidiendo con el año nuevo, cada 1 de enero la Iglesia promueve la Jornada Mundial de la Paz, instituida por Pablo VI en 1967, en aplicación de la doctrina y las orientaciones del Vaticano II. Este concilio, del que celebramos su cincuentenario, trató el tema de la paz, especialmente en la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy ( Gaudium et Spes). Este documento, en su mismo inicio, dice que “la alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres contemporáneos, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son también la alegría y la esperanza, la tristeza y la angustia de los discípulos de Cristo, y no hay nada de verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”.
¿Qué puede haber más humano que el deseo de paz entre los pueblos, entre las naciones y los estados del mundo? Juan XXIII lo intuyó muy bien y, en tiempos de la llamada guerra fría, publicó la que ha sido calificada como la encíclica más popular de la historia de la Iglesia, la Pacem in terris, de cuya publicación también hemos celebrado el cin- cuenta aniversario. Pacem in terris, conocida como la encíclica de los derechos humanos, fue acogida con verdadero entusiasmo. Su programa es todavía muy actual.
Mucho se ha avanzado en el respeto de los derechos humanos, pero mucho queda todavía por hacer, sobre todo a nivel global y en los países más pobres de la Tierra. La Jornada de la Paz del día primero de año tiene como lema: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Será la primera jornada de fin de año del papa Francisco y habrá que estar atento al mensaje que dirija a los jefes de Es-
¿Qué puede haber más humano que el deseo de paz entre naciones y estados?
tado de todo el mundo y a la opinión pública, porque –como dijo con motivo de la jornada que promovió en toda la Iglesia por la paz en Siria– la paz es un problema humano que trasciende las divisiones religiosas y confesionales e interesa tanto a creyentes como a no creyentes, porque es un problema de la humanidad, de toda la humanidad.
El tema de la fraternidad está muy presente en el espíritu y en las enseñanzas del papa Francisco. En aquella memorable presentación suya ante el mundo, la tarde del 13 de marzo pasado, ya pidió “empezar este camino, obispo y pueblo, un camino de fraternidad, de amor y de confianza; recemos para que haya una gran fraternidad”.