Un instituto, no una academia
Cuando Enric Prat de la Riba fundó, hace más de un siglo, el Institut d’Estudis Catalans, el noucentisme borraba el romanticismo modernista. Prat de la Riba no quiso llamarlo academia, porque nombrar académicos denotaba un reconocimiento al trabajo hecho y no al que había que hacer a partir del ingreso en el Institut, que había de ser “un centro de trabajo”, explica Isidor Marí. Así, los que en catalán fijan la normativa no son los académicos de la lengua, sino los miembros de la Secció Filològica del IEC.