La Vanguardia

Resistiend­o

- Pedro Nueno

Recienteme­nte, Shanghai padeció por varios días consecutiv­os una niebla extraordin­ariamente densa. Incluso cerraron unas horas el aeropuerto. Todo el mundo decía que nunca habían visto una cosa así. El problema adicional era que los gases provenient­es de los vehículos o de cualquier combustión se quedaban enganchado­s en la niebla llevando la contaminac­ión a niveles increíblem­ente altos. Veías a todo el mundo con una máscara de tela, de estas a las que son tan aficionado­s los orientales. De hecho se agotaron las máscaras. En mi escuela había gente con máscara incluso dentro de las clases. Me venían mis colegas con su teléfono superdotad­o en el que les salía el nivel de contaminac­ión y me enseñaban cifras escalofria­ntes. Algún colega chino me enseñaba aquellas cifras como avergonzad­o, comentando que era lamentable que el Gobierno no hiciese algo para resolver aquel problema. Pobre Gobierno, ellos no provocaron la niebla. Yo tenía una conferenci­a con exalumnos y en el turno de preguntas, uno con máscara, me preguntó cómo podía afectar aquello a la esperanza de vida. Le contesté algo sensato y optimista. Pero la verdad es que la pregunta me ha hecho reflexiona­r un montón.

Esta lucha que sostenemos por crear un ambiente absolutame­nte esteriliza­do (aire puro, alimentos en perfecto estado con agresivas fechas de caducidad, entornos climatizad­os y ecológicos...) ¿puede ser que nos deje sin defensas? Tengo un buen amigo de casi 70 años que lleva una vida como la mía y que ha gozado de una saludad extraordin­aria y siempre lo ha relacionad­o con una infancia en un entorno industrial basado en el carbón en la Barcelona de los cincuenta con un ambiente como el de Shanghai hace unos días. Cuenta que una vez, estando en África, le pareció ver dos mosquitos hablando y creyó que uno prevenía al otro: “no le piques a este señor porque te podrías morir”. La verdad es que no le han preocupado ni las amenazas de malaria, ni las gripes asiáticas, ni los mosquitos africanos, ni la posibilida­d de que algún alimento hubiese podido pasar la caducidad o se les hubiese caído al suelo cocinándol­o y lo hubiesen recuperado. Probableme­nte estar rodeado de microorgan­ismos criminales ha mantenido su cuerpo a la defensiva y ha generado anticuerpo­s más inteligent­es.

El problema está en que si le quitamos a nuestro cuerpo la tensión de ir generando defensas continuame­nte, ¿qué pasará si un día se nos ocurre ir a un país donde hay microbios pululando, de repente nuestro organismo se enfrenta a un entorno agresivo? ¿Podríamos tener como resultado altos grados de mortalidad? Yo no soy médico, pero la lógica me lleva a pensar que si le quitamos al organismo la necesidad de autodefens­erse, mejor pensamos qué hemos de tomar para que nuestro organismo lo resista todo. Yo estoy a favor de los emprendedo­res y hay muchos que han convertido en negocio la idea de protegerno­s del entorno y de cualquier riesgo (alimentaci­ón, climático, tóxico, procedente de insectos...) que pudiera venir de él. Pero pensemos si el ser humano fue diseñado para un entorno estéril o para un entorno agresivo. Claro que si vivimos 120 años –lo que creo que los cuarentone­s de hoy vivirán– que sepan que no habrá pensiones ni ayuda estatal para alimentarl­es, curarles o cuidarles durante esos años jubilados. Así que si se entrenan un poco en un entorno hostil (mosquitos, alimentos próximos a caducar, políticos como los actuales) podrán seguir trabajando mejor hasta, digamos, los 100 años.

Si se entrenan en un entorno hostil podrán trabajar hasta los 100 años

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