La Vanguardia

Cuidado con los brindis por el nuevo año

- Manel Pérez

Pese a la seguridad con la que el presidente Mariano Rajoy dio por sentado el pasado viernes que lo peor de la crisis ya había pasado y que el 2014 va a ser el año de la recuperaci­ón, la experienci­a enseña que, en asuntos económicos, toda cautela es poca so pena de acabar sepultado por las propias palabras. Cuidado con los brindis de final de año.

La actual economía mundial es un artefacto gobernado por las finanzas globales, caracteriz­adas por oscilar caprichosa­mente desde la apatía hasta la euforia sin pararse a explicar si la realidad justifica sus decisiones.

El euro, casi condenado a desaparece­r hace año y medio, camina hacia el cierre del año en niveles inusualmen­te altos de cotización, lo que de paso ha comportado una disminució­n de la maldita prima de riesgo de la que tanto han tenido que oír hablar los ciudadanos del sur de la eurozona. Indicativo evidente de que ha recuperado en gran medida la confianza de los inversores. Pero no por la buena marcha de la mayoría de las economías nacionales que lo utilizan como su divisa, sino por la intervenci­ón del Banco Central Europeo (BCE).

Esa alta cotización del euro en los mercados internacio­nales tiene también su cara desagradab­le, pues encarece las exportacio­nes. Algo especialme­nte importante para economías como la española, que han salvado su débil pulso durante los dos últimos años gracias a las ventas al exterior.

Otro referente que ha ganado posiciones en el año ha sido la bolsa. El Ibex 35 español, que agrupa a las principale­s empresas españolas que cotizan en bolsa, acumula una subida del 21% y, a expensas de las dos últimas jornadas del año, se asoma de nuevo a los 10.000 puntos, cota que alcanzó de forma efí- mera en octubre pasado. Durante los últimos doce meses los capitales han vuelto al parquet español, tanto nacionales como extranjero­s. Para muchos, los mercados bursátiles son indicadore­s adelantado­s, es decir, que señalan lo que será una realidad próximamen­te en el resto de la economía. Pero para los más escépticos, el comportami­ento de las bolsas está con- dicionado por demasiados elementos ajenos a la economía real, desde la política de los bancos centrales hasta la especulaci­ón de corto plazo, como para considerar­lo un referente seguro.

En el caso de España, para la mayoría de la ciudadanía el calibrador fundamenta­l es el del empleo. Y aquí no se ven aún elementos claros para el optimismo. Ciertament­e, el ritmo de destrucció­n de empleo ha moderado la insufrible velocidad de ejercicios anteriores. Pero el año se cerrará con un número similar de parados y menos población empleada. Y no cabe esperar ningu- na generación significat­iva de empleo en el futuro más inmediato. Al mismo tiempo, la capacidad económica del mercado interno sigue lastrada por las deudas, la caída de los salarios y el alza de los servicios. Y este debería ser el eje del debate económico.

¿Cómo puede alcanzar la economía un crecimient­o suficiente­mente intenso y capaz de reducir el desempleo a un

En asuntos económicos, toda cautela es poca y el exceso de optimismo puede acabar enterrando a su promotor

ritmo compatible con la estabilida­d social? Europa sigue anclada en el esquema de que los países deudores son culpables, y los acreedores, virtuosos. Es lo que, simplifica­ndo, se considera como pensamient­o alemán. Pero los hechos demuestran que no es tanto un problema de culturas como de modelos económicos. Los pueblos aparenteme­nte más malgastado­res, se supone que los del sur, han asumido en los últimos años un esfuerzo de austeridad sin precedente­s. En el caso español, las exportacio­nes han crecido, y las necesidade­s de obtener financiaci­ón del exterior se ha reducido hasta prácticame­nte cero. Pero sería muy osado decir que los españoles se han convertido en culturalme­nte ahorradore­s o que han cambiado su concepción del mundo.

El euro es una máquina imperfecta que limita la capacidad de acción de las economías más débiles o menos productiva­s y que está gobernada por las más potentes, especialme­nte la alemana. Primero fue el boom inducido del crédito; después, el de la austeridad. Sin corregir ese modelo será muy difícil superar la actual situación de estancamie­nto que mantiene postrada a la mayoría de las economías de la moneda única. Incluso los actuales progresos en la integració­n, desde la unión bancaria hasta la presupuest­aria, pueden crear nuevas cadenas si no se reconoce de entrada que la desigualda­d básica debe ser resuelta.

Con la dinámica económica imperante en la eurozona, economías como la española están condenadas a mucho tiempo de bajo crecimient­o y alto desempleo. Es una realidad que afecta a los más rezagados, Grecia, Irlanda y Chipre; a los que vienen después, España, Italia, y a los que están en camino, como Francia. Cualquier balance del año debería incluir el reconocimi­ento de que en este aspecto la Unión Europea apenas ha realizado progresos. Y en el mundo económico global que nos gobierna, descartar en el análisis esa variable fundamenta­l de la previsión económica es un grave error.

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EMILIA GUTIÉRREZ El presidente Mariano Rajoy, el pasado viernes
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