Lecciones morales de prudencia y justicia
Diego de Saavedra Fajardo escribió para Baltasar Carlos, el primogénito de Felipe IV fallecido prematuramente a los 17 años, una obra que era un compendio de máximas de conducta cuya primera edición apareció en Munich en 1640. En este volumen de ética política, Saavedra Fajardo pone “en boca de los muertos” las lecciones morales de prudencia y justicia que difícilmente se atrevían a dar los vivos a las reales personas. Los tiempos han cambiado lo suficiente para que se pueda reflexionar sobre la realeza sin hacer hablar a las ánimas del purgatorio. Así se entiende que la infanta Cristina escuchara atentamente a sus abogados y, tras meditar sobre ello, decidiera renunciar al derecho a recurrir la imputación por blanqueo de dinero y delito fiscal dictada por el juez de Palma y pidiera comparecer voluntariamente ante el magistrado, en el plazo más breve posible, para dar todas las explicaciones que solicite el instructor.
Sin duda, la decisión de comparecer de Cristina de Borbón es acertada, y el consejo de Miquel Roca se asemeja a los que aporta en su libro Saavedra Fajardo. No puede criticarse a la Infanta que no lo hubiera solicitado antes, porque procesalmente era imposible hacerlo. Al no estar imputada, no tenía sentido que pidiera la comparecencia. Por su parte, la Casa Real ha estado impecable al respetar la decisión de Cristina de Borbón, sin forzarla en ningún sentido.
A nadie se le escapa que el problema de la declaración es de imagen. La fotografía de la Infanta bajando por la rampa camino del juzgado palmesano genera incomodidad. Pero seguramente poca más que estar cada día en la prensa sin poderse defenderse de la imputación de un juez que no comparten, por cierto, ni el ministerio fiscal ni el Ministerio de Hacienda.