La Vanguardia

El fénix del Báltico

En diez años Letonia tocó el cielo, cayó al infierno y ha renacido milagrosam­ente

- RIGA

El bullicio nocturno –y estamos hablando de un miércoles cualquiera– del Folkklubs Ala, en el centro de Riga. es un buen termómetro económico. “Esta es la mejor prueba de que hemos salido de la crisis. Hace solamente tres años, los bares, los restaurant­es y las tiendas daban pena”, asegura Ausma, camarera de 28 años, en una larga barra de madera en la que hay que recurrir a los codos para conquistar un pequeño hueco.

En los últimos diez años Letonia ha acariciado el cielo, se ha despeñado en el infierno y ha renacido milagrosam­ente de las cenizas. El país báltico se ha convertido en un sueño húmedo de los fanáticos de la austeridad, ya que ha logrado salir del pozo después de someterse a una severa terapia de choque basada en la llamada devaluació­n interna –que para sus detractore­s no es más que el empobrecim­iento de sus ciudadanos– contra la que se revuelve el sur de Europa.

La exrepúblic­a soviética entró en el siglo XXI como un tigre báltico, con crecimient­os econó-

El país ha salido del pozo con una severa terapia de austeridad como la que revuelve el sur de Europa

micos anuales de dos dígitos.

Sin embargo, llegó la crisis financiera mundial y la burbuja estalló bruscament­e. Solamente en el 2009, su producto interior bruto ya se contrajo un 17,7%, niveles que remiten a la Gran Depresión y que ni siquiera Islandia igualó.

Riga tuvo que pedir ayuda al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). Pero en lugar de recurrir a la devaluació­n de su moneda como una salida rápida e indolora, el nuevo Gobierno de centrodere­cha prefirió mantener el lat pegado al euro y echar mano de la tijera sin compasión.

El equipo que ha liderado el primer ministro Valdis Dombrovski­s (de 42 años y su ministro de Economía tiene sólo 36 años), elegido en el 2009, está formado por una suerte de Jóvenes Turcos del liberalism­o, con una convicción muy propia de quienes han sufrido el comunismo. Eso explica que su Gobierno aplicara a rajatabla la fórmula de los partidario­s de la austeridad: ajuste fiscal del 17% del PIB, dos tercios del cual se lograron con recorte de gastos y un tercio en subida de impuestos.

Hoy, Letonia presume de ser la economía de la Unión Europea que más crece. El paro, que llegó al 20,5% está ya en el 11,9% y sigue bajando. Su deuda y déficit público son envidiable­s, muy por debajo de la media europea.

Los líderes de la UE se han deshecho en elogios con el “coraje” de Valdis Dombrovski­s. “Letonia –dijo Barroso el pasado viernes en Riga– es un ejemplo para otros estados miembros de que es posible salir de la crisis con voluntad”.

Pero el ajuste ha sido a costa de un precio social muy alto. Los sueldos han caído (el Gobierno dice que se han ajustado a la productivi­dad), la emigración se ha llevado un 7% de la población, la mayoría jóvenes preparados, y Letonia es todavía un 8% más pobre que antes del desastre.

“Claro que la crisis ha dejado cicatrices. Y muy gordas. Antes fácilmente ganaba unos mil euros al mes de camarera. Ahora no paso de los 700 –dice Ausma–. Todos somos más pobres”.

Los letones, quizá porque tienen detrás una historia dura, lo han soportado todo con una mezcla de resignació­n y estoicismo. La misma con la que han recibido la entrada en el euro, una decisión impuesta por el Gobierno pese a tener la opinión pública en contra.

“Nuestros políticos se han dedicado a hacer libros de contabilid­ad para tener contenta a la UE a costa de los ciudadanos letones”, critica Andris Orols, líder de la organizaci­ón Letonia por el Lat, que pidió un referéndum sobre el euro. “Perder el control sobre nuestra moneda es como entregar las llaves de nuestra casa. Un Estado se compone de territorio, de su gente y de su soberanía. Pero nosotros estamos vendiendo nuestras tierras a los extranjero­s, estamos expulsando a nuestros jóvenes del país y acabamos de entregar nuestra soberanía a Europa. Letonia corre el riesgo de desaparece­r”, sostiene Orols.

Muchos temen que estar en la eurozona signifique tener que contribuir al rescate de países cuyos ciudadanos son mucho más ricos que los letones, cuyo PIB en paridad de compra repre-

Es la economía que más crece, pero han caído los sueldos y un 7% de la población ha emigrado

senta el 58% de la media europea. “¿De qué nos servirá el euro? Dicen que será más fácil viajar por Europa, pero eso es un lujo que sólo una minoría puede permitirse en este país. En cambio, nuestros pensionist­as, que con 260 euros al mes ni siquiera les llega para comprar patatas, tendrán que pagar ahora el rescate de Grecia”, se queja Janis Cirulis, informátic­o de 26 años.

Letonia es un país pequeño, pero es evidente que el bloque de la austeridad en la eurozona acaba de ganar un nuevo miembro. “Nuestro ejemplo demuestra que retrasar el ajuste no lo hace más pequeño, sino todo lo contrario”, señala Dombrovski­s en un aviso a navegantes.

“Para nosotros es fácil entender por lo que están pasando países como Grecia, España o Portugal, porque hemos pasado por lo mismo. Pero la responsabi­lidad es muy importante. Estos países tienen que hacer sus deberes como nosotros hicimos”, dice el ministro de Finanzas, Andris Vilks. Y para Riga, los malos alumnos no están solamente en el sur. “Hoy sólo Letonia, Estonia, Finlandia y Luxemburgo son capaces de cumplir los criterios de Maastricht –advierte Vilks–. Si hay reglas, habrá que respetarla­s, ¿no?”

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