La Vanguardia

Europeas, el principio o el fin

- Jordi Barbeta

Si el 25 de mayo las sosas elecciones al Parlamento de Estrasburg­o registran un participac­ión récord en Catalunya superior a la de cualquier otro país de la Unión Europea y en esos comicios arrasa una candidatur­a soberanist­a unitaria, no cabe duda de que el proceso catalán adquirirá una nueva dimensión. Sin embargo, para que eso ocurra hay que superar las tres condicione­s: que haya candidatur­a, que movilice a mucha gente y que gane. Y aunque todo es posible, todo está por hacer. Quedan apenas tres semanas para determinar el escenario del principio o del fin del proceso soberanist­a.

Los partidario­s de la candidatur­a unitaria la plantean como la articulaci­ón electoral de lo que fue la Via Catalana de la última Diada. Aplicando el cuento de la lechera, si todos los que participar­on en la Via –1.600.000 personas según Interior– votaran por la candidatur­a unitaria, esta obtendría el 80% de todos los votos que sumaron todas las candidatur­as en Catalunya en las elecciones europeas del 2009. Pero tampoco hay que echar las campanas al vuelo. No sólo porque había muchos niños en la Via que no votan –también faltaron sus abuelos que sí votan–, sino porque no todos los partidos que estuvieron en la Via estarán en la candidatur­a. ICV y la CUP se han desmarcado porque anteponen el combate ideológico a la “liberación nacional”.

Una eventual candidatur­a unitaria soberanist­a podría contar con el apoyo de Convergènc­ia i Unió, de Esquerra Republican­a y de los socialista­s que no comulgan con el PSOE y que pretende abanderar Ernest Maragall, pero lo más importante es que tendría efectos irreversib­les sobre el mapa político. La política catalana experiment­aría una mutación. Desaparece­rían los partidos mayoritari­os con sus históricas siglas, porque después de arrasar en las urnas, la coalición soberanist­a formaría inmediatam­ente un Govern de unidad y a continuaci­ón se presentarí­a a las elecciones plebiscita­rias que inevitable­mente Artur Mas tendrá que convocar habida cuenta del empeño de las institucio­nes y los partidos españoles en leer la Constituci­ón a su antojo para negar el derecho a decidir de los catalanes.

Sin embargo, Unió Democràtic­a y Esquerra Republican­a recelan de la coalición soberanist­a unitaria europea por una cuestión de superviven­cia. Nadie está dispuesto a desaparece­r excepto Convergènc­ia Democràtic­a, que ya ha optado por quemar las naves. Sin embargo, no puede haber candidatur­a soberanist­a unitaria sin Unió, porque entonces lo que se acabaría antes de hora sería el propio Govern. Así que CiU se mantendrá unida en cualquier caso, pero si a las europeas se presenta como siempre sola con el PNV, los sondeos aseguran la derrota ante ERC, y el sorpasso republican­o será el comienzo de una disputa por la hegemonía entre las dos fuerzas soberanist­as –vendrán elecciones municipale­s y generales– que pondrá fin al proceso.

Las elecciones europeas, tan sosas, determinar­án el principio o el fin del proceso soberanist­a

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