La Vanguardia

“Los medios de la Iglesia han de ser respetuoso­s con Catalunya”

J os é María Gi l T amayo, secretario general y portavoz de la Conferenci­a Episcopal Española

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

En su despacho de la Conferenci­a Episcopal, José María Gil Tamayo tiene enmarcada una foto suya junto a los también sacerdotes Federico Lombardi y Thomas Rosica, tomada en la Capilla Sixtina justo antes de que comenzara el cónclave que el pasado marzo eligió al papa Francisco. Gil Tamayo fue esos días la voz en español de las ruedas de prensa, con Lombardi –director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede– como encargado del italiano y Rosica, del inglés y del francés. El ahora secretario general y portavoz de la Conferenci­a Episcopal Española (CEE) se ríe al recordar que les apodaban “la Trinidad”. El perfil de comunicado­r de Gil Tamayo, de 56 años, ha sido decisivo en su elección para el cargo por los obispos el pasado noviembre.

¿Se siente usted primer signo visible de un cambio de ciclo en la Iglesia católica en España? La Iglesia no se mueve por alternativ­as, aunque esté prevista la renovación de la cúpula de la Conferenci­a Episcopal en la asamblea plenaria de marzo. Pero el papa Francisco ha dicho que su exhortació­n apostólica Evangelii gaudium tiene carácter programáti­co, y los obispos españoles tocarán esa partitura. Yo he llegado por coincidenc­ia digamos temporal, pero mi trabajo es ayudar a los obispos en ese plan. No me considero una alternativ­a a nada; yo soy un servidor, que viene a cumplir un encargo.

¿Qué espera el papa Francisco de España, qué planea? Yo no he hablado con el Papa directamen­te de eso. En la visita ad limina de los obispos, de finales de febrero a principios de marzo, el Papa les transmitir­á cuáles son los acentos que quiere para la Iglesia en España. Pero el fondo nos lo da ya la Evangelii gaudium. Tenemos que ser cada vez más testimonio creíble del Evangelio de Jesús en nuestro tiempo, poniendo en primer plano a los pobres y a las periferias, desde la pobreza material, que hay tanta gente en España que la sufre, desde los desemplead­os a los ancianos o los jóvenes. El mensaje de la Iglesia tiene que ser de ánimo, positivo, de dar esperanza.

Sobre la situación política en Catalunya, usted ha recordado un texto de la Conferenci­a Episcopal del 2002 que dice: “Poner en peligro la convivenci­a de los españoles, negando unilateral­mente la soberanía de España, sin valorar las graves conse- cuencias que esta negación podría acarrear, no sería prudente ni moralmente aceptable”. Hablé como portavoz de los obispos españoles, que dijeron eso en un documento en la asamblea plenaria de noviembre del 2002. Es una cita textual; José María Gil Tamayo no ha puesto una palabra de más. En segundo lugar, los obispos de Catalunya tienen la palabra. Son pastores directos e inmediatos de la grey que les ha sido confiada, y son excelentes pastores; yo tengo amistad con la ma-

NUEVA LEY DE EDUCACIÓN “Estamos satisfecho­s con la Lomce sobre la clase de religión, pero quedan flecos”

CUESTIÓN CATALANA “Los obispos de Catalunya tienen la palabra; son pastores directos e inmediatos”

LEY DEL ABORTO “Sobre el aborto, la Iglesia católica tiene cosas que decir, como actor social que es”

yoría de ellos, y el grato recuerdo de un gran catalán como fue el obispo Carrera. Pero yo no puedo ni debo decir otra cosa que lo que los obispos de la CEE han señalado en documentos públicos.

Ese recordator­io ha levantado malestar en una parte de la Iglesia católica en Catalunya. Yo quisiera insistir en que hay otros fragmentos. Después del documento al que usted se refiere, hubo otro de la plenaria de noviembre del 2006. Y el más reciente es la declaració­n Ante la crisis, solidarida­d de la Comisión Permanente de la CEE, en octubre del 2012, que remite a los anteriores. En esa declaració­n se dice, y es importante destacarlo: “Propuestas políticas encaminada­s a la desintegra­ción unilateral de esta unidad nos causan una gran inquietud. Por el contrario, exhortamos encarecida­mente al diálogo entre todos los interlocut­ores políticos y sociales. Se debe preservar el bien de la unidad, al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los pueblos de España”. Esta declaració­n del 2012 remite al documento del 2006 diciendo: “En esta cuestión, la voz de la Iglesia se limita a recomendar a todos que piensen y actúen con la máxima responsabi­lidad y rectitud, respetando la verdad de los hechos y de la historia, consideran­do los bienes de la unidad y de la convivenci­a de siglos y guiándose por criterios de solidarida­d y de respeto hacia el bien de los demás”. Y dice también: “Las propuestas nacionalis­tas deben ser justificad­as con referencia al bien común de toda la población directa o indirectam­ente afectada”. Yo creo que todo esto es una llamada al diálogo.

Algunas órdenes religiosas y entidades católicas de Catalunya sostienen que el llamado derecho a decidir encaja en la doctrina social de la Iglesia. ¿Cómo se orienta el católico catalán? Mi papel es de portavoz de la CEE y, como no ha habido un pronunciam­iento al respecto en estos momentos, me correspond­e remitirme a los documentos de los obispos españoles. Insisto también en que hay una voz de la Iglesia cercana e inmediata, que es la de los obispos de Catalunya. Esas referencia­s son el marco pa- ra la reflexión de los cristianos.

Los obispos de Catalunya se han quejado del tono agresivo de algunos programas de la televisión episcopal, 13 TV, cuando abordan la cuestión catalana. ¿Va a haber correccion­es? En los estatutos de la Cope, referencia trasladabl­e a 13 TV, está claro que la Iglesia pone medios para evangeliza­r. Pero utiliza medios humanos, que pueden contener la carga de defectos que conlleva lo humano. Es decir, podemos equivocarn­os. Tenemos que conjugar el principio editorial de evangeliza­ción, de acuerdo con la moral cristiana, con la libertad de expresión. Y unas indicacion­es de unos obispos, para nosotros tienen una considerac­ión de primer grado en importanci­a, y son tenidas en cuenta. Se trabaja en esa claridad. Por eso el 3 de diciembre se creó una comisión de contenidos, cuyo responsabl­e es Isidro Catela, para que 13 TV sea elemento de unión y cohesión. Si hay defectos o fallos, vamos a corregirlo­s. Y repito: si esas indicacion­es vienen de unos obispos, van a ser atendidas con urgencia.

Usted defiende para la Iglesia “transparen­cia contra los tópicos”, y no ser “profetas de calamidade­s”. ¿Hasta ahora la Iglesia española ha sido poco transparen­te en lo informativ­o y muy agorera en la profecía? Decir que no debemos ser profetas de calamidade­s no significa reconocer que hasta ahora se haya hecho eso. Se trata más bien del tono que hay que tener, de positivida­d, de alegría. Pero no es una alegría de azafata de congresos o de anuncio de dentífrico; es la que nace de la convicción, la coherencia, y sobre todo el Evangelio. Y eso no significa la renuncia al sentido profético o al sentido crítico, ni a la denuncia del pecado, sea el de las personas, el de las estructura­s, el de la maldad moral o la injusticia. Alguien ha podido presentarn­os ante la opinión pública como si fuéramos unos cicutas. No, oiga, la Iglesia tiene el rostro amable de Dios, el de tanta gente buena de las parroquias, de la acción misionera, no de una Iglesia de páginas de sucesos, que es de un minoritari­o que no se puede elevar a categoría.

Con la Lomce, la clase de religión gana peso en la escuela pública en primaria y secundaria, lo cual levanta críticas de quienes reclaman escuela laica y lamentan el fin de la asignatura Educación para la Ciudadanía. Respecto a la educación, la Constituci­ón española consagra el derecho de todos los padres a educar a sus hijos según sus convic-

“El Papa quiere una Iglesia creíble también en España”

ciones. Y hay también en la Constituci­ón, que es aconfesion­al, una considerac­ión del hecho religioso como positivo, como ya decían Tocquevill­e y otros pensadores políticos de la democracia. Con esas claves hay que interpreta­r el derecho a la clase de religión. Con la Lomce se cumplen formalment­e los acuerdos sobre enseñanza entre el Estado español y la Santa Sede, que tienen rango de tratado internacio­nal, posibilita­ndo el derecho de los padres –que marca la Constituci­ón– a educar a sus hijos según sus conviccion­es. Estamos más satisfecho­s que antes, pero falta el encaje de la enseñanza religiosa en educación infantil y bachillera­to.

Pero hay ciudadanos que lo ven regresivo. ¿Temen los obispos que se enconen posturas? Discrepo del término regresivo. Esto a veces se convierte en material de oposición política, cuando la Iglesia plantea que se cumplan los pactos. Pero más allá de lo pactado, está que se posibilite en nuestra democracia el ejercicio de derechos de personas, para un católico, un protestant­e, un musulmán, un judío. La enseñanza religiosa no es una cuestión sólo católica; la ley Wert habla de las otras confesione­s religiosas con las que el Estado tiene acuerdos, y que tienen en eso las mismas posibilida­des que la católica.

También el anteproyec­to de ley del aborto hace que una parte de la sociedad vea la mano de la Iglesia en políticas del PP. ¿No les preocupa aparecer como una Iglesia de partido? La Iglesia no es un contrincan­te político. La vida democrátic­a es más viva, más rica, que la vida política. Si se constriñe la vida pública a la vida política, cualquier intervenci­ón de agentes o de organizaci­ones que no sean políticos son considerad­as como intromisió­n. La Iglesia no se mete en política, pero es un actor social y tiene una palabra que decir, porque al menos el 70% de la ciudadanía de este país es católica. Y si queremos rebajar la cifra a los que van a misa los domingos son en torno a ocho o nueve millones de personas. Por tanto, la Iglesia como actor social tiene cosas que decir en cuestiones públicas que afectan a la vida de los ciudadanos.

Usted, hijo de emigrante en Alemania, ha criticado las cuchillas en las vallas de Melilla. Tengo vivencia personal; soy de tierra de emigrantes. Mi pueblo, Zalamea de la Serena, es uno de los que más gente mandó a América. Mi abuelo se quedó, pero mi padre y mis tíos emigraron a Ale- mania en los sesenta. Y también se dio la emigración a Catalunya desde el resto de España. Mi padre trabajó primero en Barcelona, en la Seat, y yo tengo primos en Sant Boi. Mi padre murió a los 49 años en unas vacaciones, y se ocupó de todo la Misión Católica Española en Alemania. La Iglesia ha acompañado a los emigrantes.

La postura de la Iglesia sobre inmigració­n acaba por ser incómoda para todos los gobiernos. El Papa es hijo de emigrantes, y en su visita a Lampedusa defendió el derecho a la movilidad y a la búsqueda de mejores condicione­s de vida. Se trata de dar respuesta a la gran pregunta bíblica: ¿dónde está tu hermano? Incomode a quien incomode, la Iglesia recuerda a quien gobierna que la inmigració­n es un bien social. Pero hay que regularla. Porque si no hay regulación, interviene­n otros que se aprovechan de los pobres y se da una verdadera trata humana. Pero la inmigració­n es un elemento de construcci­ón social y renovación de la capa social del país. En nuestro caso, si esa inmigració­n viene de Latinoamér­ica, aún mejor, pues hay una naturalida­d cultural, lingüístic­a y religiosa. ¿Cómo vamos a poner fronteras al mundo global? Las fronteras han quedado superadas.

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Gil Tamayo, esta semana en la sede de la Conferenci­a Episcopal
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DANI DUCH

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