Asimetrías transatlánticas
La aguda crisis económica y la corrupción han dañado la marca España
Para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es otra cita más. Para el visitante, la reunión y la foto en la Casa Blanca –la imagen, si es posible, a tiempo para el telediario– suele ser un momento estelar.
La relación entre EE.UU. y España –en realidad, entre EE.UU. y casi todos los países– es forzosamente asimétrica. Desde que hace dos años llegó al poder, el presidente Mariano Rajoy intentaba organizar la reunión que, tras sucesivos aplazamientos, se celebra mañana en Washington.
“Lo importante es que tiene lugar”, dice Alan Solomont, que entre el 2009 y el verano del 2013 fue embajador de Estados Unidos en España. Ahora ejerce de decano del Tisch College para la Ciudadanía y el Servicio Público en la Universidad de Tufts.
Solomont contribuyó a los preparativos de la reunión cuando era embajador. Explica el retraso porque la llegada de Rajoy a La Moncloa coincidió con el inicio del año de campaña electoral en EE.UU. El “interminable ciclo de la elección presidenciales”, dice, llevó a Obama a centrarse más en la reelección que en el exterior. “Siempre aprecié la paciencia del Gobierno español”.
Esta etapa coincidió con el momento más agudo de la crisis en España y con una sucesión de es- cándalos de corrupción que dañaron la llamada marca España.
“España ha hecho un trabajo destacable durante esta crisis económica y ha salido de la recesión”, dijo el viernes Christopher Smart, responsable de economía internacional en la Casa Blanca. Pero añadió: “Los niveles de desempleo son extraordinariamente altos y preocupantes tanto en España como en la eurozona”.
La Casa Blanca atribuye las dificultades para organizar la reunión a problemas de agenda. El historiador Charles Powell, seguramente la persona que más a fondo ha estudiado la relación entre EE.UU. y España, lo contrasta con la asiduidad de los contactos en los últimos años del franquismo, cuando un ministro español de Exteriores podía reunirse en la Casa Blanca con Richard Nixon y Henry Kissinger –consejero de seguridad nacional y después secretario de Estado– visitaba España casi una vez al año. Powell, director del Real Instituto Elcano, da cuenta de este periodo en el libro El amigo americano. España y Estados Unidos: de la dictadura a la democracia.
“La reflexión un poco triste y melancólica es que, a un cierto nivel, la relación política era más fluida durante el franquismo que en la etapa democrática”, dice. “La paradoja es que, cuando España se incorpora a la OTAN y a la Unión Europea, se normaliza y se convierte en un socio de Estados Unidos como otros tantos”.
Sí, la relación de la superpotencia con cualquier país se caracteriza por una “asimetría estructural”, según Powell, aunque a él le sorprende que el vínculo con España no se haya estrechado. “Tiene un potencial que aún no se ha satisfecho plenamente”, dice.
La pervivencia de recelos antiamericanos a derecha e izquierda –y la desconexión histórica de las élites con EE.UU.– explica en parte este hecho, así como la integración europea, que convierte a la UE en el referente.
Quizá la menor relevancia de España para EE.UU. sea un efecto beneficioso de la integración de España en la UE y la OTAN. Las relaciones pasan por Bruselas y ya no por las capitales. Powell lo discute, y cita el caso de Francia, Alemania y Reino Unido. “Sin duda –coincide el exembajador Solomont– una parte de la relación tiene lugar de manera multilateral, pero esto nunca sustituye la relación bilateral”.