La Vanguardia

Apropiació­n indebida

- Cristina Sánchez Miret C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

Hasta esta semana no sabía lo que había pasado en una zona del sur de Cantabria, la asociación Valcampoo, que agrupa entidades locales menores. Resulta que tocó el tercer premio de la lotería de Navidad y que hay no se sabe todavía cuántos alcaldes y pedáneos que tienen o bien décimos, o bien participac­iones, de este 51.689 del sorteo extraordin­ario del 22 de diciembre. Eso que no es noticia –o no más que le toque a cualquier otro–, toma un cariz completame­nte diferente cuando se explica el porqué la suerte les ha llegado.

Resulta que una compañía de espectácul­os –Vicente Produccion­es–, que acostumbra a ser contratada por estos parajes, regaló los boletos a los representa­ntes mu- nicipales en agradecimi­ento –o como deferencia– por la relación comercial que mantienen. Y han repartido, además de calendario­s del nuevo año, alrededor de cinco millones de euros.

No sé si todos, pero en todo caso alguien sí –si no no habría conflicto manifiesto– se interesó por cómo debía cobrar; dando por supuesto que el dinero no era del pueblo que representa, sino de él, que es a quien habían hecho el regalo. Cada año hay quien avisa –preferente­mente, aquel que no compra o aquel que no le toca– que no siempre es una buena cosa verse “agraciado” por la lotería. Que se lo digan a estos alcaldes a los cuales la alegría les ha durado poco; y, con razón. Lo que no puedo entender es que la hayan tenido. ¿Cómo pueden pensar en aceptar un regalo de este tipo, o de cualquier otro, si no es en nombre del cargo que ocupan y por lo tanto desligado de su vida personal y más todavía de las finanzas propias? ¿Cómo es posible que tenga que dirimir el tema la fiscalía y no les caiga la cara de vergüenza de utilizar el cargo público para obtener réditos personales? No piensen que la cifra es lo que hace el problema; es esta cuestión de fondo, la incapacida­d de entender esta diferencia, la que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a la salud política, general, y al bolsillo, sólo, de los ciudadanos. A mí me gusta más que la lotería conlleve alegrías que no problemas; pero estos hay veces que tienen que ser bienvenido­s, si nos sirven para avanzar. En este caso, si se resuelve bien –es decir los beneficios de la misma se los quedan los pueblos y no sus representa­ntes– habrá sido un gran qué; porque hay lecciones que no tendríamos que tener todavía pendientes.

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