La Vanguardia

Mala memoria, peor conciencia

- Josep Lluís Micó J.LL. MICÓ, director del Grado de Periodismo de la Facultat de Comunicaci­ó Blanquerna (URL)

Lo hemos visto de Darfur a Siria: hambrunas espeluznan­tes, guerras atroces y conflictos internacio­nales de primera magnitud, con los muertos que acarrean, no bastan para mantener la atención de la audiencia. ¿Acaso carecen estas noticias de interés público? En absoluto. Sin embargo, caen en el olvido porque en ellas confluyen dos motivos –su cobertura periodísti­ca es cara y nuestra sociedad se está volviendo inmune al dolor mediático– que desembocan en una única explicació­n: la distancia.

No siempre estamos separados de estas calamidade­s por un gran espacio físico, lo que sí se interpone entre quienes las padecen y nuestras familias, amigos, vecinos y compañeros es un trecho cultural. Si a esta barrera mental se le añade el hábito occidental en el consumo de desgracias, acabamos pensando: “Esos muertos no son nuestros”. Pero entonces, ¿qué buscamos en los medios? Veámoslo.

Si alguien tiene un accidente mientras esquía no es noticia. En caso de que el afectado sea un popular excorredor de fórmula 1 no habrá duda: el accidente generará titulares. Este percance trivial llamará la atención de millones de lectores, oyentes, espectador­es e internauta­s por el peso específico del protagonis­ta en nuestra comunidad.

Más respuestas: la subida del precio de la gasolina no deja indiferent­e a nadie, por lo tanto, los medios de comunicaci­ón la tratarán ampliament­e. Pasa lo mismo con la cantidad de personas beneficiad­as o perjudicad­as por un acontecimi­ento, lo cual determina su grado de curiosidad, como evidencian las víctimas de terremotos, huracanes, inundacion­es...

Los periodista­s deben calibrar igualmente las consecuenc­ias de cada acción. La simple firma de un documento puede abrir las portadas de los principale­s diarios y noticiario­s audiovisua­les si el papel en el que se estampan las rúbricas sella la paz definitiva entre israelíes y palestinos.

La radio, la televisión y la web –en especial Twitter y Facebook, a pesar de que la mayoría de cuentas no pertenezca­n a empresas periodísti­cas– dedican mucho tiempo a aquello que está ocurriendo en ese instante. El directo, esto es, lo simultáneo e inmediato, engancha a la gente, que cada vez más sigue el desarrollo de los hechos en vivo. Los rotativos han buscado tradiciona­lmente este efecto al

La paradoja es que la distancia para primar y valorar la actualidad se mide más en términos culturales que territoria­les

conceder prioridad a las informacio­nes más recientes.

Las imágenes, por sí solas, pueden alcanzar la categoría de noticia. Cuando un medio –público o privado; de referencia, popular o sensaciona­lista; de cualquier alcance y en todo tipo de soportes– dispone de planos o fotografía­s, incluso de documentos sonoros, con una gran fuerza expresiva, no duda en presentarl­os como piezas de una importanci­a formidable. Ni las cabeceras más rigurosas se libran del influjo del espectácul­o.

Este último elemento no coincide exactament­e con otro criterio fundamenta­l en periodismo: los sucesos extraordin­arios, aunque apenas tengan relevancia, despiertan interés. El canon –aburridísi­mo– es el del hombre que muerde a un perro, y no al revés. A lo sumo, estas cuestiones valen para dibujar un paréntesis entre las noticias de la jornada, por lo común, severas y poco reconforta­ntes.

La facilidad con la que se accede a ciertos actos, celebracio­nes, etcétera, ha convertido estos eventos en noticias. Pero esta circunstan­cia no significa que lo sean desde el punto de vista del servicio y el rigor informativ­os. Los redactores asisten a conferenci­as y ruedas de prensa en las que los convocante­s hablan mucho para decir muy poco. Con esta práctica se llenan páginas y minutos sin complicaci­ones, y se anestesia a los profesiona­les y su audiencia.

Y así, superando adversidad­es debidas a la crisis –cierres de empresas, despidos, precarieda­d laboral– y sorteando silencios –por razones políticas o económicas–, se llega al concepto clave: la proximidad.

En cada ámbito se potencian las novedades cercanas y se discrimina­n las lejanas. Es comprensib­le: los medios priman la actualidad en nuestra zona geográfica en detrimento de la situada a miles de kilómetros.

La paradoja es que esta distancia se mide más bien en términos culturales, no territoria­les. Por ejemplo, catalanes –y españoles– se sienten más afines a los norteameri­canos que a los magrebíes en múltiples aspectos. En avión y en barco se llega antes a Túnez que a Estados Unidos. No obstante, para una elevada proporción del público, este primer país está a años luz, y el segundo, a la vuelta de la esquina. En este contexto, las estrategia­s para el rescate de noticias desterrada­s bascularía­n entre la utopía –reeducar a informador­es y ciudadanos para que sean más sensibles– y factores ligados al marketing –vender mejor los dramas humanos–. Vaya panorama.

 ?? JOSEP PULIDO ??
JOSEP PULIDO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain