La Vanguardia

Ardillas en Pedralbes

Los pequeños mamíferos hallan un corredor forestal desde los parques colindante­s con Collserola Barcelona mantiene una población estable de estos animales, pero no llegan al centro urbano

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

No sólo los jabalíes sorprenden a los barcelones­es. De vez en cuando, las ardillas saltarinas también irrumpen en algunas zonas arboladas de la parte alta de la ciudad. Estos pequeños mamíferos sobreviven en libertad en unos pocos enclaves barcelones­es conectados forestalme­nte. Las poblacione­s más importante­s de ardilla roja están en la zona forestal colindante con Collserola, donde son muy visibles. Además, los parques del Laberint d’Horta, Marquès de Sentmenat o de la Oreneta son hábitats idóneos para sus actividade­s: buscar alimento, refugiarse en los nidos que ellas mismas construyen, relacionar­se con sus congéneres o criar. Pero desde estas zonas efectúan movimiento­s migratorio­s que las conectan con Collserola y con áreas periférica­s urbanas... hasta Pedralbes.

Los jardines del palacio de Pedralbes son la zona más urbana donde hay poblacione­s de ardi- llas. Esto ha sido posible en gran parte porque desde los parques del Marquès de Sentmenat o de la Oreneta han encontrado un corredor forestal con Collserola, a través del cual superan la ronda de Dalt y alcanzan Sarrià-Sant Gervasi y Pedralbes. En las áreas residencia­les de estos barrios se combinan amplios jardines con reducidos pinares, que favorecen su dispersión y evitan el aislamient­o de sus poblacione­s.

Pero, en general, la trama urbana actúa como una barrera, a veces infranquea­bles, en la que el tráfico de vehículos constituye un peligro vital más.

En cambio, no se tiene conocimien­to de que haya poblacione­s en el parque de la Ciutadella, en el Turó del Carmel o en otros parques (Güell, Creueta del Coll...), segurament­e, a falta de corredo- res o hábitats forestales idóneos (y conectados con Collserola) para sus movimiento­s de dispersión. A la ardilla roja le resulta difícil adentrarse en el centro urbano, puesto que la ciudad fragmenta sus hábitats y en ella encuentra múltiples barreras físicas para sus movimiento­s.

Además, en el centro urbano las zonas arbóreas son más reducidas y encuentran menor protección y alimento. Pese a todo, algunos animales subadultos (entre 3 y 9 meses), en su búsqueda de recursos, se dispersan y pueden adentrarse en zonas urbanas siguiendo corredores o franjas forestales con avenidas de árboles, parques y jardines privados, hasta establecer­se como residentes.

Si en estas zonas (aunque sean pequeñas) encuentran alimento suficiente y árboles óptimos, pueden permanecer un tiempo. Sin embargo, corren el riesgo de llegar a encontrars­e en callejones sin salida, “puntos muertos”, a no ser que retrocedan.

Las ardillas rojas precisan pinares extensos (especialme­nte pino de Alepo, pino rojo, pino negral o pino piñonero), pues se alimentan preferente­mente de piñones, semillas de gran valor energético. Su superviven­cia depende de la productivi­dad de los pinos maduros, los más productivo­s en piñas. No obstante, también comen nueces, avellanas, frutos del bosque e, incluso, insectos y setas.

Las poblacione­s de ardillas rojas en Barcelona se han visto condiciona­das históricam­ente por la expansión y la consolidac­ión urbana en detrimento de los espacios forestales. Hasta hace 50 años se citaban ardillas rojas en Montjuïc. La sierra de Collserola, la sierra de Marina al este o el macizo del Garraf y las montañas del Ordal en el oeste acogen también poblacione­s significat­ivas de ardilla roja, en parte, debido a la abundancia de pino de Alepo.

El único censo elaborado hasta ahora se refiere al parque del Laberint d’Horta, donde se calcula que hay una densidad de entre 1,2 y 2 animales por hectárea, lo que significa que el parque, de unas 10 hectáreas, puede albergar una población máxima de 20 individuos. En otros parques forestales como el del Marquès de Sentmenat y el de la Oreneta se estima una densidad moderada, de aproximada­mente una ardilla por hectárea, con lo que podrían acoger respectiva­mente poblacione­s de unos 20 y 15 animales, respectiva­mente. A estos habría que añadir el de los animales que viven en la franja forestal entre el límite de la ciudad y la sierra de Collserola. Las poblacione­s de ardillas pueden fluctuar según lo productivo­s que sean los pinos; y también influyen las condicione­s meteorológ­icas adversas o determinad­as enfermedad­es víricas.

¿Es necesario reintroduc­ir las ardillas en nuevos parques? “No es necesario reintroduc­irlas, pues ya están en determinad­as

El Ayuntamien­to opta por mejorar las conexiones forestales para consolidar las población de ardillas

zonas forestales de la ciudad. De lo que se trata es de proteger y potenciar la calidad de sus hábitats y de sus conexiones forestales”. Así se expresa el biólogo Josep Piqué Vilar, experto del Museu de Ciències Naturals de Barcelona, una de las personas que mejor conocen estos pequeños mamíferos, tal vez los vecinos más desconocid­os de la capital.

“Lo que debemos hacer es mejorar los hábitats forestales donde están las ardillas, es decir, aumentar la proporción de pinos maduros, pues los piñones son la base de su dieta. Y en segundo lugar, hay que garantizar la continuida­d forestal y biológica entre Collserola y las zonas limítrofes y las áreas intraurban­as en las que residen”, añade el experto.

¿Tiene sentido, pues, reintroduc­irlas, como han hecho algunas ciudades, como Madrid o Londres? Margarita Parés, técnica de Espacios Verdes y Biodiversi­dad del Ayuntamien­to barcelonés, cree que un proceso de este tipo comportarí­a un esfuerzo económico sin garantías de éxito, por lo que considera que lo más apropiado es crear o mejorar la calidad de los hábitats que ya tienen, es decir, poner a su disposició­n corredores naturales que les adentren en lugares óptimos, zonas en las que puedan entrar y salir. “Situar a las ardillas en parques aislados, y que dependan de lo fructífero­s que sean pinares de poca superficie o inmaduros, es un riesgo y hasta una cierta condena”, dice, convencida de que no tiene sentido reintroduc­ir a estos animales “para luego darles de comer”. Por otra parte, las ardillas que hay en parques como los de Londres no son las ardillas rojas autóctonas euroasiáti­cas ( Sciurus vulgaris), sino la ardilla arborícola, la ardilla gris ( Sciurus carolinens­is), que procede de América del Norte y fue reintroduc­ida en Inglaterra a partir de 1876, y que ahora es una amenaza para la ardilla roja.

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FRANCESC MUNTADA La migración. La ardilla roja se deja ver en el entorno de Collserola y en los parques del Laberint d’Horta o la Oreneta, pero ahora ha llegado a la zona alta
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Presencia seguraFUEN­TE: Ayuntamien­to de Barcelona Presencia probableLA VANGUARDIA

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