El ministro y el humorista
Miércoles, 8 de enero. Leo en La Vanguardia la crónica de Lluís Uría –nuestro corresponsal en París– sobre el affaire Dieudonné: “Prohibiciones en cadena a Dieudonné. Hollande insta a las autoridades a mostrarse ‘inflexibles con el humorista antisemita’”, leo en el titular. Cuenta Uría que Manuel Valls, el ministro del Interior francés, envió el lunes una circular a los prefectos en la que les detallaba las posibilidades legales para prohibir de manera preventiva el espectáculo Le Mur, que el humorista Dieudonné se dispone a llevar en gira por diversas ciudades de Francia (la primera representación debía tener lugar el jueves, 9 de enero, en el Zénith de Nantes, con la casi totalidad del aforo previamente vendido y, efectivamente, fue prohibida por el prefecto de la región, Christian de Lavernée).
Este tipo de circulares son bastante molestas y corren el peligro de convertirse en un arma de doble filo. Y más en un país como Francia, acérrimo defensor de la libertad de expresión y, mayormente, de la libertad de sus artistas. “La libertad es la regla; la restricción policial, la excepción”, se lee en una sentencia del Consejo de Estado francés (caso Benjamin, 19/V/1933). No más hacerse pública la carta del ministro Valls a los prefectos, Willem publicó una viñeta en el diario Libération sobre un “nuevo dúo cómico” en el que se veía a Dieudonné acojonado frente a una guillotina cuya cuchilla era el rostro del ministro Valls, y Plantu publicaba otra en la portada de Le Monde en la que un par de diputados decían a tres sorprendidos magistrados: “Iros a casa, on va faire le boulot!”. Es evidente que la circular del ministro del Interior, que cuenta con el apoyo incondicional del presidente de la República y del Gobierno, va a levantar una gran polémica, no sólo entre los partidarios del humorista, sino también en amplios sectores de la población francesa que, sin serle devotos ni mucho menos, se aferran al principio de la libertad de expresión y abogan por recurrir a los tribunales tan sólo a posteriori (como ya ha ocurrido con el humorista, condenado en diversas ocasiones).
Por lo que a mí respecta, la circular del ministro Valls a los prefectos se me antoja una demostración más de su afán de protagonismo, de su descarada ambición de poder, de su deseo por afianzarse como la personalidad más sólida de un Gobierno que flaquea, como el futuro adversario de un Sar- kozy que aspira a la revancha. Algo que el presidente Hollande no ignora, y si apoya su circular, al margen de que la juzgue o no acertada, es por marcar una clara distancia con la extrema derecha de
Dieudonné muestra esa vergonzante ambigüedad ante el antisemitismo y el antisionismo
la señora Le Pen, que, en teoría, está del lado del humorista Dieudonné –su padre, Jean-Marie Le Pen, es el padrino de uno de los hijos del humorista–, pero que si es necesario se desinteresa o se deshace de él.
Huelga decir que el tal Dieudonné no es santo de mi devoción, por antisemita, pero sobre todo por esa resistencia de que hace gala en admitirlo, por esa vergonzante ambigüedad que muestra ante el antisemitismo y el antisionismo, condicionada en parte por sus aspiraciones políticas y su afán por contentar a un público muy diverso y fiel, que va de la extrema izquierda a la extrema derecha y en el que, sorprendentemente, conviven racistas y antirracistas (que confiesan pasar a veces algún que otro mal rato). No en vano el humorista suele comparar a su público con una caja de lápices de colores: el rojo, el blanco, el negro, el azul, el gris…
El jueves, al día siguiente que Lluís Uría nos informase de la circular del ministro Valls a los prefectos, el diario Le Monde publica-
Algo funciona mal en los colegios franceses si un niño asocia la ‘shoah’ con la “moral culpabilizadora”
ba una interesante encuesta-reportaje sobre el variopinto público, mayoritariamente joven, que suele acudir a ver los espectácu- los que Dieudonné ofrece en el teatro parisino La Main d’Or y que el humorista tiene alquilado desde 1999. Uno de esos jóvenes espectadores, hijo de inmigrantes magrebíes, se quejaba de la “sacralización” de la shoah, del holocausto. El joven decía estar hasta el gorro de la shoah. “Desde que era niño, en el colegio no dejaban de hablarnos de ello, dice. A los 12 años nos pasaron una peli en la que vimos como centenares de cuerpos desnudos eran arrojados a una fosa repleta de cadáveres… Estábamos hartos de esa moral culpabilizadora que intentaban inculcarnos. No nos sentíamos implicados en algo que concernía a generaciones precedentes, pero no a nosotros. Por ello aplaudo lo que hace Dieudonné, aunque a veces se pase. Consigue que, mediante la risa, nos liberemos de aquellas horribles imágenes, de aquella moral culpabilizadora … “La shoah, siempre la shoah, y del genocidio ruandés, en el cole, no nos dijeron ni pío”.
Les confieso que me impresionó lo suyo leer las confesiones de ese muchacho. Y más porque a los nueve años, en 1947, vi en un cine de París esas mismas imágenes a través de los dedos de la mano de mi madre que me cubría los ojos. Algo funciona mal en algunos colegios franceses si un niño asocia la shoah con la “moral culpabilizadora”. A menos, claro está, que ese niño sea el mismísimo diablo.
P.S. Escritas estas líneas, leo en La Vanguardia (viernes, 10 de enero) que el Consejo de Estado francés avaló la prohibición del “espectáculo antisemita” de Dieudonné por el prefecto de Nantes. El ministro Valls calificó la decisión de “victoria para la República” (la República, es decir, el propio Valls, que ya se de debe ver presidente…). Pero, como escribe Lluís Uría en su crónica, “la guerra no ha hecho más que empezar…”