Námaste real
El actor Imanol Arias volvió a transmutarse en Vicente Ferrer cuando, el pasado miércoles, se sintió obligado a mostrarse especialmente afectuoso con la reina Sofía, quien presidía el preestreno de la película que TVE ha emitido esta semana sobre la vida y, sobre todo, la obra del exmisionero.
La Reina aparecía en público tras un inicio de semana, de mes y de año duro. Primero fueron las dificultades físicas que mostró el Rey durante la celebración de la Pascua Militar y, para acabar de arreglarlo, la imputación de la infanta Cristina. En la calle, a las puertas del cine Callao, de Madrid, el grupo de personas allí congregadas lo estaba por varios motivos: los más, por dar su apoyo a la Fundación Vicente Ferrer; algunos, por ver de cerca a los actores que intervienen en el telefilme; otros, por pura curiosidad, y los más ruidosos, por mostrar su protesta ante la Reina y contra la Corona, pitidos y abucheos.
No es la primera vez que doña Sofía se enfrenta a esas situaciones y siempre reacciona con una sonrisa y un saludo; exactamente igual que siempre. La procesión, con toda seguridad, va por dentro, aunque no hay que olvidar que la Reina pertenece al grupo, cada vez más reducido, de personas criadas en la realeza que morirían antes de mostrar en público sus debilidades. Hay que aguantar, y se aguanta.
La Reina aparece en todas las encuestas con un alto índice de aceptación popular, bien valorada y bastante querida. Lo curioso es que su imagen ha mejorado en los últimos años coincidiendo, precisamente, con
La reina Sofía apadrinó el estreno de la película sobre Vicente Ferrer
cuando ha dejado ver su humanidad. Imanol Arias lo recordó en la presentación de la película: “Muchísimas gracias por estar siempre al lado de los proyectos que sueñan con un mundo mejor. Es usted todo un ejemplo para todos nosotros”. Minutos antes, como hacía Vicente Ferrer con los intocables de India, el actor le tomó las manos tras intercambiarse el saludo námaste, una inclinación ligera de la cabeza hecha con las palmas abiertas y unidas entre sí, ante el pecho, en posición de oración, una expresión propia del budismo y de otras culturas de Asia.
Doña Sofía es, con toda seguridad, quien peor lo está pasando en estos últimos tiempos y, sin embargo, es difícil verla con un mal gesto, triste o de preocupación. Camino de los 76 años, que cumplirá el próximo 2 de noviembre, la reina Sofía, a diferencia del Rey, goza de una salud envidiable. Sólo ha tenido que operarse de juanetes, debido al uso continuado de tacones, que le produjo malformaciones en los dos pies. Mucho más ingenua de lo que parece, en su historial sólo aparecen dos páginas negras: la de las críticas que levantó la tergiversación de sus declaraciones a la periodista Pilar Urbano, militante del Opus Dei, y su falta de tacto público al visitar a los duques de Palma en Washington, días después del estallido del caso Urdangarin el 2011.
Buena parte de las razones por las que la Reina está siempre tan bien valorada tiene que ver también con la ley de las compensaciones, ya que la ciudadanía la reconoce como una sufridora que, a pesar de todo, sigue adelante y no da la lata.