La Vanguardia

Ciencia y conciencia

Osmin les grita con un megáfono a la oreja para que hagan más abdominale­s: hay que ser tonto

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PUNSET. El mérito de Punset es extraordin­ario. Sostener en televisión un programa de divulgació­n científica durante 18 años es casi un milagro. Con el Punset de Redes hemos aprendido muchísimo sobre las neuronas, el big bang, las emociones, las células, los tumores, la felicidad, la vejez, las estrellas, el misterio de la vida. El trabajo de Punset y su peculiar modo de comunicar le han convertido en icono popular. No era su objetivo, pero todo suma a la hora de divulgar los últimos hallazgos de la ciencia. Ahora el programa Redes desaparece tal como lo habíamos conocido. Será reformulad­o, sin Eduard Punset en primera línea de pantalla, pero sí entre bambalinas. Perdemos una presencia televisiva de gran categoría, pero seguro que su maestría –perpetuada por el trabajo de su hija Elsa Punset– seguirá inspirando el trabajo de un programa que jamás debería desaparece­r de nuestra televisión pública.

VICENTE FERRER. Imanol Arias era clavadito a Vicente Ferrer en algunos encuadres ( Vicente Ferrer, la película, el pasado jueves noche en La 1), y en otros era Antonio Alcántara de Cuéntame, por mucho que el actor intentase contener los ramalazos de su personaje más popular. El relato que presenta esta cinta resulta excesivame­nte esquemátic­o y aséptico, algo frío, distante, de aire semidocume­ntal, y faltan movimiento­s de masas y la emoción del trato personal de Vicente Ferrer con los lugareños. Pero ha tenido el mérito de trazar la naturaleza de la obra del célebre cooperante: el telespecta­dor visualiza los formidable­s resultados de treinta años de una vida plena de entusiasmo y entrega.

OSMIN. “Salgo de fiesta a menudo, como pizza seis veces por semana y odio la lechuga”. ¡Y el chico que dice esto quiere ponerse en forma con El método Osmin (Cuatro, viernes noche)! Es uno de los pupilos de Osmin, grotesco entrenador personal de métodos extremos, al que voluntaria­mente se someten personas que quieren apretar carnes. Osmin les grita con un megáfono a la oreja para que hagan más abdominale­s, corran, salten, levanten pesos, flexionen, sufran. Todo muy dañino para la salud física y psíquica. Todo en plena calle, aprovechan­do el mobiliario urbano (Osmin debería pagar tasas municipale­s suplementa­rias). Osmin insulta, humilla, degrada. Es cubano, quizá se ha criado en Guantánamo, yo qué sé. Pero peor son los que se entrenan con él: idiotas. Por eso este programa tiene posibilida­des: nos gusta ver, desde casa, a alguien más tonto que nosotros, y verle sufrir como merece. Con lo fácil que sería dejar de comer pizza, comer más lechuga y salir a caminar. Y no querer ser como Osmin, sobre todo.

CÁNCER. En el canal Alerta Digital, el presentado­r Armando Robles confiesa que “no me ha causado disgusto” saber que Pedro Zerolo (impulsor de la ley de Matrimonio­s Homosexual­es) padece un cáncer. Robles dialoga con su sacerdote de cabecera, Jesús Calvo, párroco leonés, y le pregunta si el cáncer de Zerolo es un castigo de Dios. “¡Se lo merece! La divina providenci­a castiga a los que burlan la virtud”, contesta el cura. ¿Alegrarse del cáncer de otro es delito? No sé, pero sí sé que es más que miserable. Este programa presuntame­nte cristiano es lo más anticristi­ano que he visto. El párroco, para que no quepan dudas, se despide reclamando pena de muerte: “Habría que eliminar a mucha gentuza”.

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