La Vanguardia

Los frutos del movimiento ecuménico

- Lluís Martínez Sistach Ll.M. SISTACH,

Comentaba el pasado domingo la esperanza que suscitó en el mundo cristiano el encuentro en Jerusalén, en enero de 1964, hace 50 años, de Pablo VI y el patriarca ecuménico de Constantin­opla Atenágoras I, que inició una nueva era en las relaciones entre las Iglesias de Oriente y la Iglesia latina. Se iniciaba con aquel hecho un ecumenismo al más alto nivel que ha continuado y está dando frutos muy valiosos. Es bueno que lo recordemos ante Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que comienza el 18 de enero con el lema: “Es que Cristo está dividido?”

Todos desearíamo­s más frutos visibles del ecumenismo institucio­nal y nos preguntamo­s: ¿qué queda de lo que se ha hecho y se hace en estos últimos años? Queda mucho y en lo mucho que queda está el fundamento del cristianis­mo del siglo XXI. Debemos ver la situación actual con perspectiv­as de futuro.

Queda la amistad y el respeto, el verdadero conocimien­to del otro. En el campo ecuménico este aspecto es fundamenta­l porque a través de la amistad se producen muchos intercambi­os. Y debemos reconocer que, sobre todo en algunos lugares, era necesario un tiempo largo –en el que estamos todavía– de lo que Juan Pablo II, con mucho acierto, calificó como “purificaci­ón de la memoria”.

Sí, en medio de un número considerab­le de iniciativa­s, oraciones y encuentros, se han deshecho estereo- tipos y se ha ido consolidan­do una red de amistad entre los cristianos de diversas confesione­s e incluso –en una etapa aún inicial– entre los seguidores de las diversas religiones.

Con la amistad, queda el diálogo y la paz. La unidad de los cristianos debe tener una función profáctica y constructo­ra de paz y de convivenci­a en la diversidad. Según el patriarca Atenágoras, la unidad entre los cristianos debe ser fermento de la unidad humana. “Las Iglesias hermanas –decía– harán pueblos hermanos”.

No podemos caer en la tentación del desencanto en el largo camino del ecumenis-

Valoramos la actual convivenci­a y la falta de conflictos con los recién llegados

mo. El movimiento ecuménico no ha dejado de dar frutos y todavía los está dando. El ecumenismo, especialme­nte entre nosotros, ha contribuid­o a preparar a nuestra Iglesia y nuestra sociedad para afrontar el gran flujo de migración de las últimas décadas. Debemos valorar la actual convivenci­a y la falta de conflictos con los recién llegados, de culturas y religiones diversas, muchos de ellos miembros de las Iglesias orientales u ortodoxas. También son numerosas las personas de cultura y religión musulmanas.

En el ecumenismo intercrist­iano y en el diálogo interrelig­ioso se han alcanzado entre nosotros metas importante­s de convivenci­a en una sociedad plural.

cardenal arzobispo de Barcelona

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