La primera superstar del arte catalán
El verdadero rostro del pintor reaparece en un autorretrato que se salvó de las llamas
La historia del arte está llena de obras maestras extraviadas y de genios incomprendidos u olvidados que nunca formarán parte del relato oficial. Pero de tanto en tanto, de forma inesperada, en algún lugar aparece un lienzo con historia azarosa y final feliz. Es el caso del enigmático autorretrato del pintor Antoni Viladomat (1678-1755), que se salvó de la hoguera durante la primera guerra carlista y ahora, casi doscientos años después, reaparece, tenaz pese a las heridas del agravio, para mostrarnos el auténtico rostro del pintor. Y, de paso, su talante de artista. No se sabe bien, y quizás no se sepa nunca, cuál fue la motivación de Viladomat al pintarlo ni las razones de aquel ciudadano de Berga que se jugó el tipo al rescatarlo in extremis de las llamas, pero su reciente hallazgo en las reservas del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) parece un caso de justicia poética. Como si el gran pintor del barroco catalán, sabedor de que la conmemoración del tricentenario le iba a brindar una nueva oportunidad, nos advirtiera desde su tumba en la iglesia de Santa Maria del Pi: “Ey, que ese caballero del bigote y la media melena que aparece en el Bateig de Sant Francesc y que durante años habéis reproducido en estatuas, sellos o vitolas de puros no era yo, mucho más bajito y con coleta. Mirad mi auténtico semblante”. Y, sobre todo: “Vengo del XVIII, sí, pero no penséis que fui un artesano al servicio de nadie, sino un artista moderno, tal vez el primero, un intelectual que pensó en el arte como una forma de conocimiento”.
El historiador Francesc Miralpeix, profesor de la Universitat de Girona y uno de los máximos especialistas en Viladomat, sabía de la existencia y de las calamidades sufridas por el autorretrato a través de Joaquín Fontanals del Castillo, cubano establecido en Barcelona que en 1877 publicó una primera monografía dedicada al “artista olvidado”. Pero cuando, en el 2005, dio por cerrada su propia tesis so- bre el pintor, había perdido ya la esperanza de encontrarla. Fue durante una visita reciente a los fondos del MNAC (y, por supuesto, no era la primera) cuando el azar se lo puso delante de los ojos. ¿Cómo había llegado hasta allí? El viaje empieza camino de Berga, y lue-
Arrojado a una hoguera durante la primera guerra carlista, estaba en los fondos del MNAC
go la pista se extravía en mil y un recovecos. Además del oficio de pintor, Josep Viladomat i Esmandia heredó de su padre todos sus bienes -entre ellos, el Autorretrato–, pero, al morir sin descendientes, el legado fue objeto de una de esas agrias disputas familiares hasta pasar a manos de un comerciante de Berga, Didac Puig, a quien sus vecinos afearon su condición de afrancesado con una gran hoguera en medio de la plaza. Saquearon su casa y, una tras otra, arrojaron todas sus pertenencias a las llamas, entre ellas 262 telas de los Viladomat, que quedaron reducidas a cenizas. Alguien se apiadó del retrato del padre y lo escondió en el desván del hospital de Berga. Fontanals habla de una primera restauración encargada “al conocido Mn. Aragón”, tras la cual únicamente se apreciaba parte del rostro y de las manos. Una vez de vuelta a Barcelona, recuperado por la heredera de Didac Puig, Tomassa Capella, fue sometido, ay, a continuadas limpiezas superficiales. ¿Qué sucedió después? El rastro documental se pierde ahí. Lo único que se sabe es que en agosto de 1951 vino a dar al MNAC (un legado de Enriqueta Farriols, viuda de Cabañó), donde quedó almacenado en un rincón hasta su rescate por parte de Miralpeix.
“Es casi una reaparición, como si hubiera resucitado”, dice, y cali- fica de “operación arqueológica” la titánica labor de restauración que están realizando los técnicos del MNAC y que ha permitido recuperar una parte importante de la superficie pintada, que estaba plegada sobre el bastidor. Una radiografía ha descubierto bajo el autorretrato la figura de una mu- jer. La explicación desmerece el relato, pero lo más probable es que se tratara de un cuadro que no logró vender y decidiera pintar otro encima. El historiador, comisario de la exposición que sobre Antoni Viladomat se desarrollará en cinco sedes museísticas a lo largo del año (ver información adjun-