La Vanguardia

EL FRAGMENTO DE UN POEMA DE ELIOT

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En mi principio está mi fin. Una tras otra Las casas se levantan y se derrumban, se desmoronan, se extienden, Son arrancadas, destruidas, restaurada­s, o en su lugar Queda un baldío, una fábrica o un paso a desnivel. Viejas piedras para nuevos edificios, Vieja leña para nuevas hogueras, Viejas hogueras para las cenizas y cenizas para la tierra Que ya es carne, pieles y heces, Huesos humanos y animales, tallos y hojas de cereal. Las casas viven y mueren. Hay un tiempo para la construcci­ón, Un tiempo para habitar y engendrar Y un tiempo para que el viento rompa el cristal desprendid­o Sacuda las maderas en que trota el ratón del campo Y el tapiz en jirones donde se halla bordado Un lema silencioso. En mi principio está mi fin. Ahora cae la luz A lo largo del campo abierto Y oculta con sus ramas la honda vereda, Vereda oscura en el anochecer Donde uno se protege contra el talud cuando pasa un vehículo, Y la honda vereda insiste en continuar Hasta la aldea hipnotizad­a en el calor eléctrico. En la neblina cálida la luz sofocante Es absorbida, no refractada, por la piedra gris. Duermen las dalias en el silencio vacío. Esperan al búho que llega temprano. En ese campo abierto, Si uno no se acerca demasiado, si uno no se acerca demasiado, En una medianoche de verano se puede oír La música de la débil gaita y el tamboril Y ver la danza en torno de la hoguera La unión del hombre y la mujer En bailes que significan matrimonio­Un sacramento noble y útil. De dos en dos, en conjunción necesaria, Tomados de la mano o de los brazos Como símbolo de concordia. Dan vueltas a la hoguera Saltan sobre las llamas o se unen en corros, Rústicamen­te solemnes o en rústica risa Levantan sus pesados pies en toscos zapatos, Pies de tierra y arcilla que se alzan en el júbilo del campo El júbilo de aquellos que están bajo la tierra Desde hace mucho y nutren los cereales. Llevan el tiempo, marcan el ritmo de su danza, Como viven al ritmo de las vivientes estaciones, El tiempo de las estaciones y las constelaci­ones, El tiempo de la ordeña y el tiempo de la cosecha, El tiempo de ayuntarse hombre y mujer Y el de los animales. Pies que suben y bajan, Comida y bebida, estiércol y muerte. El alba ya despunta y otro día Se dispone al silencio y al calor. El viento de la aurora mar adentro Ondula y se desliza. Estoy aquí 0 allá o en otra parte. En mi principio.

T.S. Eliot, East Coker, Cuatro cuartetos

(trad. José Emilio Pacheco)

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