El maestro ya daba clases en 1970
En el otoño de 1970, Neil Young iba en solitario, es decir, él, su guitarra, su piano y su voz. A pesar de que acababa de sacar al mercado su álbum After the Gold Rush, no lo estaba promocionando con su grupo Crazy Horse. En vez de ello, se había embarcado en una gira acústica en solitario, en la que interpretaba algunas piezas de su reciente disco, composiciones suyas anteriores (maravillosa Down by the river), unas más de su época en Buffalo Springfield y otras como Bad fog of loneliness que aún no habían encontrado acomodo en alguno de sus discos.
Live at Cellar Door, la de momento última entrega diamantina de sus archivos, recoge una serie de recitales en el legendario garito de Washington. Lo cierto es que estos bolos los ofreció el músico un par de meses antes de su gira Massey Hall, material que ya ha publicado discográficamente en dos ocasiones. De hecho hay siete canciones que aparecen repetidas en este Cellar Door y en esos dos anteriores, y ya puestos sólo tres de los trece cortes contenidos en este álbum nunca se habían oído en este formato en solitario del Neil Young de aquellos tiempos. Aún así, no debe existir la menor duda para apreciar este disco en su esplendorosa amplitud, la que da el matiz y el detalle. Sobre todo en algunas piezas que interpreta al piano en la segunda mitad del volumen, en versiones graníticamente frágiles de Cinnamon girl –con un tempo pianístico ágil, de saloon–, Expecting to fly o, en la clausura del disco, Flying on the ground is wrong, donde se ve a un intérprete en uno de los momentos líricamente más emocionantes de su singladura. Y tan actual.