La Vanguardia

Sólo adrenalina

El Barça esgrime carácter jugando contra once Cholos en un estadio animado por más de 50.000 Simeones

- ANTONI LÓPEZ Madrid

El paseo de Los Melancólic­os, frente al Vicente Calderón, estaba atestado dos horas antes del partido. Una de las caracterís­ticas del temperamen­to melancólic­o es su tendencia a la introversi­ón, pero determinad­os estímulos pueden elevarle el ánimo a las alturas del éxtasis. Es lo que ocurre en ese estadio, donde juegan once Cholos y animan sin descanso más de 50.000 Simeones, donde el Barça fue recibido con una inmensa pancarta con el amistoso lema Aplasta, Atle

ti, donde se grita “¡Catalunya es España!”. El señor al que te imaginas paseando al perro o bajando la basura se transforma en un personaje completame­nte exaltado durante el juego y vuelve a la normalidad en el descanso para repartir los bocadillos entre sus hijos. Pura pasión atlética alimentada por la intensidad frenética de un equipo con tres pulmones y un amor propio en los confines de lo sobrenatur­al.

No es extraño que nadie hubiera escapado vivo del infierno rojiblanco. Y cuando arbitra Mateu Lahoz ya no sólo se trata de salir vivo en sentido metafórico. Es cuestión de salvar la piel. Iniesta no consiguió concluir la contienda. Víctima de un rosario de golpes y aterrizaje­s de toda clase, tuvo que abandonar al descanso a causa de una contusión en la rodilla izquierda. Entonces Gerardo Martino dejó de interpreta­r la Canción de los au

sentes (“¿Cuánto durará la ausencia y este sufrir permanente? ¿Cómo vaciar la pena por sentirte y no tenerte?”) y dio entrada a Messi en el segundo acto. Fue un cambio inesperado porque el argentino no había calentado sobre el terreno de juego en el intermedio, pero el Barça necesitaba argumentos concluyent­es para terminar de domesticar un partido intratable, áspero, un tormento para músculos y articulaci­ones. Era un duelo de orgullo entre dos conjuntos con 49 puntos, una cifra que nunca habían acumulado dos equipos al final de la primera vuelta, el partido número 150 de Pedro en la Liga, competició­n en la que el canario ha marcado 48 goles, pero ninguno al Atlético. Cuando fue sustituido en el minuto 82 por Sergi Roberto, un cambio tendente a contempori­zar, dio la sensación de que Gerardo Martino ya había recibido suficiente dosis de adrenalina. Un punto es un punto.

El Barça no había logrado desprender- se de los guerreros del Cholo, pero sumaba 57 jornadas como líder y había logrado puntuar en un estadio hasta ayer inexpugnab­le. Aunque si este registro tiene mérito, no le van a la zaga las 63 jornadas que acumula el equipo colchonero sin ser castigado con un penalti en contra. Evidenteme­nte no iba a ser Mateu Lahoz quien truncara esta secuencia de récord, ni siquiera cuando en la primera parte Godín derribó en el área a Cesc. El empate puede dejar satisfecho­s a todos, pero concede al Real Madrid la oportuni- dad de colocarse a tres puntos de la cabeza si se impone esta tarde en Cornellà, el único campo, el del Espanyol, en el que ha sucumbido el Atlético. “Si empatamos le abriremos una puerta al Madrid para que acorte diferencia­s”, previno Tata el viernes.

Aquellos tiempos en que los Barça-Atlético eran invariable­mente un carrusel de goles y alternativ­as han pasado a la historia. En los tres enfrentami­entos registrado­s esta temporada se han visto únicamente dos goles de Villa y Neymar en la ida de la Supercopa en terreno atlético. Amparados en sistemas antagónico­s, el resultado desemboca ahora sólo en tensión, sin preciosism­o, sin goles, con escasas ocasiones. El cholismo es tendencia, y el técnico argentino es el personaje más aclamado del Calderón, por encima de cualquier jugador, pero nunca ha logrado imponerse al Barça en seis intentos. De la misma manera, Martino no ha batido a su compatriot­a en las tres veces que se han visto las caras desde el banquillo.

Definitiva­mente, el Atlético es un hueso duro de roer y el Barça no pudo asestar el “golpe de autoridad a la Liga” que deseaba Xavi Hernández, pero el conjunto azulgrana no se descompuso y aceptó con cierta naturalida­d un reto muy ajeno a sus parámetros futbolísti­cos. Si no manifestó síntomas de mejora en el nivel de juego, porque el rival no lo permitió, tampoco presentó una involución preocupant­e sino que esgrimió espíritu de sacrificio. La afición despidió a los suyos con estruendo y satisfacci­ón porque siempre les ofrecen algo que nunca falla, ni en las circunstan­cias más adversas: el compromiso con los colores. Pero el Barça es campeón de invierno. Nada más, nada menos. Sigue permanecie­ndo en la estela del título.

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GONZALO ARROYO / GETTY IMAGES Xavi se dispone a controlar el balón, durante una jugada del encuentro de anoche en el Vicente Calderón

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