La Vanguardia

A la estela de Laver y Emerson

Nadal busca en las pistas de Melbourne completar su segundo Grand Slam

- MARTA MATEO Melbourne Servicio especial

Al llegar al aeropuerto de Melbourne-Tullamarin­e los controles son exhaustivo­s. Una simple bolsa de patatas puede convertirs­e en un problema para el viajero, que o bien se deshace de ella nada más bajar del avión o de lo contrario deberá declararla. La rígida estructura de control de acceso, dispuesta para proteger la flora y fauna de Australia, no está reñida con la amabilidad y la simpatía. Cuando los agentes de la aduana comprueban los pasaportes y visados y realizan las pertinente­s preguntas, una sonrisa se les escapa si se nombra la palabra mágica: tenis. “Le valdrá la pena haber venido hasta aquí”, susurra una de las agentes. Pocos metros más adelante, la tienda de la terminal expone los artículos oficiales del Open de Australia, el primer grande del año. Aquí, en el verano cambiante de las antípodas, Rafael Nadal buscará conquistar una hazaña hasta ahora inalcanzab­le para ningún tenista en la era Open. El número uno quiere completar su segundo Grand Slam, o lo que es lo mismo, ganar los cuatro grandes por partida doble.

Sólo Rod Laver y Roy Emerson, ambos leyendas locales, consiguier­on antes tal hito. El primero lo logró en 1962 y siete años después, siendo el único capaz de ganar los cuatro grandes en un mismo año mientras el segundo, también en la década de los sesenta, posee el récord de haberlos ganado tanto en categoría individual como en la de dobles. Si ya de por sí el objetivo es harto complicado, el camino para lograr el doble Grand Slam no puede estar más lleno de piedras. La primera prueba será ante Bernard Tomic, el chico malo de casa, con enorme talento pero demasiadas juergas y conflictos en sus 21 años.

“Buen comienzo”, bromeaba el manacorens­e en la sala de prensa. En su lado del cuadro está el francés Monfils, su rival en la final de Doha. También el argentino Del Potro, ganador del torneo de Sydney, en unos hipotético­s cuartos. Y ya en semifinale­s, podría cruzarse con el tres veces finalista Murray o con el cuatro veces campeón Federer, que desea olvidar un 2013 negativo. De superar estos duelos previstos, las apuestas dicen que en la final le esperará el serbio Djokovic, dominador absoluto en las tres pasadas ediciones, quien busca el cuarto trofeo aussie consecutiv­o y quinto en total.

A la dificultad del cuadro se suman las condicione­s. “He oído que las pistas son las mismas que en otros años, pero no me lo creo”, explicaba Nadal en castellano, mucho más suelto y hablador que en inglés. “No sé si es la pista o las bolas, pero son difíciles de controlar. La bola penetra y resbala mucho”, continuaba el mallorquín –líder de la representa­ción de los tenistas españoles, este año con doce hombres y seis mujeres– intentando traducir cuestiones técnicas a los periodista­s. Australia es, además, el grande en el que se ha tenido que bajar en dos ocasiones por estar en proceso de recuperaci­ón –el 2006 y el año pasado– pero también en el que las lesiones han surgido durante el torneo. En el 2010, ante Andy Murray en los cuartos de final, su rodilla derecha le dijo basta hasta marzo. Un año después, en la misma ronda pero frente a David Ferrer, una pequeña rotura en los isquiotibi­ales de la pierna izquierda le mermó y acabó derrotado en tres sets.

Melbourne se viste del amarillo de las bolas y el azul de las pistas, los colores propios del verano. Las calles del centro de la ciudad mezclan las luces de la pasada Navidad, aún por quitar, con enormes carteles promociona­ndo el torneo. El tranvía número 70 ya va lleno de gente y se vacía en la parada Rod Laver Arena. A su paso por una de las plazas más emblemátic­as de la ciudad, la Federation Square, los pasajeros observan cómo se ultiman los preparativ­os de la pantalla gigante que retransmit­irá partidos mientras los partes meteorológ­icos auguran el calor como invitado a la fiesta. Así está previsto que durante la semana se superen los 40 grados. Melbourne Park espera un nuevo ganador del Open de Australia, con dos mil puntos y un cheque de más de 1,7 millones de euros.

“Las bolas resbalan mucho, son difíciles de controlar; no sé si es por la pista”, explica Nadal

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PAUL CROCK / AFP Nadal practica el saque durante una sesión de entrenamie­nto en Melbourne
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