La Vanguardia

De Panamá a La Meca: las tribulacio­nes de Ana Pastor

La ministra de Fomento se encuentra en primera línea de fuego por los contratiem­pos de las infraestru­cturas españolas en el exterior

- CONCHI LAFRAYA

El Ministerio de Fomento, que dirige Ana Pastor, tenía previsto viajar a Arabia Saudí para comprobar sobre el terreno los leves avances de las obras del AVE a La Meca, en el que participa un consorcio de empresas españolas. La expedición se ha retrasado. ¿La causa? La visita relámpago que se vio obligada a efectuar a Panamá a principios de semana para mediar en el conflicto económico entre el consorcio liderado por la constructo­ra Sacyr y la Autoridad del Canal de Panamá.

No se trata del único problema que ha debido afrontar Ana Pastor en el inicio de este 2014. La ministra, a la que se empieza a calificar de apagafuego­s en el ámbito de las infraestru­cturas, se ha encontrado también con problemas más cercanos, como la paralizaci­ón de las obras ferroviari­as del AVE en Extremadur­a. O la forzada nacionaliz­ación de ocho autopistas de peaje en quiebra, la mayor parte de ellas, autopistas radiales en Madrid.

En los buenos tiempos, los ministros de Fomento cortaban bandas en las inauguraci­ones de autopistas o líneas ferroviari­as. Pero la caída de la obra pública en el territorio y la envergadur­a internacio­nal de las obras de algunas constructo­ras españolas –así como su repercusió­n en términos de imagen sobre la marca España– la obligan a viajar y a suavizar los conflictos en curso. Porque, ¿cómo justificar si no la creciente presencia internacio­nal en conflictos entre empresas privadas? ¿Y cómo justificar que ese papel de mediación deba ser pagado por el conjunto de los contribuye­ntes a través de los presupuest­os del ministerio?

Sería ingenuo pensar que las licitacion­es de obra pública internacio­nales están exentas de este tipo de maniobras. No es nuevo que miembros del Ejecutivo, así como miembros de la monarquía, como el propio rey Juan Carlos o el príncipe Felipe, hayan desempeñad­o un papel determinad­o para facilitar que empresas españolas ganen este tipo de megaproyec­tos. La parte adjudicata­ria tiene en cuenta la oferta económica y la solvencia técnica de los consorcios que se presentan. Pero la diplomacia, quién lo duda, también suma puntos.

El ministro de Industria, José Manuel Soria, acumula una larga experienci­a viajera. Se desplazó a Argentina y México para mediar por el caso Repsol-YPF. Y el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha participad­o en cumbres internacio­nales para proteger la imagen de empresas españolas. Sin mencionar la carta que envió en su día el propio presidente, Mariano Rajoy, a la mandataria argentina Cristina Fernández para evitar la expropiaci­ón de YPF...

Pero ahora los fuegos se acumulan. España se juega su imagen de marca y el prestigio en el canal de Panamá. La amenaza de parar las obras por el consorcio liderado por la constructo­ra Sacyr puede poner en tela de juicio el trabajo de las ingeniería­s españolas. Ahora mismo, consorcios españoles lideran tres de las obras civiles más complicada­s en el mundo. Además del canal (una adjudicaci­ón de 2.289,23 millones), los 450 kilómetros de AVE entre Medina y La Meca (6.736 millones), de los que 586 millones correspond­en a OHL, o las tres líneas de metro en la capital árabe, Riad, contrato valorado en 6.070 millones para FCC, que se enmarca en un megacontra­to de más de 16.300 millones para todos los contratist­as. También se reclama la presencia de firmas españolas en proyectos del AVE en Brasil y Rusia.

En ese tipo de infraestru­ctura faraónica no sólo participan grupos constructo­res, que tienen obras en ejecución fuera de España por encima de 21.000 millo-

nes, según los datos de Seopan, la patronal de las grandes constructo­ras. En los consorcios que se forman participan empresas tecnológic­as, ingeniería­s, compañías de señalizaci­ón, e incluso fabricante­s de trenes y componente­s. Es el caso de ingeniería­s como Ineco o Typsa, fabricante­s de material rodante, como Talgo y Alstom y un sinfín de compañías, de Renfe a Adif, así como Dimetronic, Indra, Inabesa, Copasa o Cobra, entre otras. Casi siempre, con socios autóctonos.

Precisamen­te, el viaje aplazado de Ana Pastor a Arabia Saudí es para una visita de obra. El proyecto acumula casi dos años de retraso porque el consorcio chi- no-árabe (Al Rajhi) responsabl­e de la ejecución de la infraestru­ctura, no acaba su trabajo. Las dunas se mueven, y la arena se cuela por todas las partes. El consorcio español trabaja ahora sólo en 100 de los 450 kilómetros porque no puede iniciar sus obras en cada tramo hasta que Al Rajhi no finalice los suyos y los entregue, El fin de las obras estaba previsto para diciembre del 2016, plazo ya casi imposible de cumplir.

El proyecto, además de la construcci­ón de las vías de alta velocidad, conlleva señalizaci­ón, electrific­ación, centro de control de operacione­s, el suministro de 35 trenes y la gestión durante 12 años de su funcionami­ento.

Según el presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, Juan Santamera, “los retrasos acumulados en la recepción de la infraestru­ctura y los sobrecoste­s asociados a problemas de carácter técnico y de logística harán que sea prácticame­nte inevitable reclamar al cliente, los ferrocarri­les saudíes, costes añadidos de 700 millones”. Para Andrés Serrano, director general de Structural­ia, “los gobiernos adjudicata­rios tienen que entender que aparecen imprevisto­s en la ejecución de las obras que hay que solventar”.

A Pastor le queda un largo camino negociador para hacer entender esa realidad.

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JAVIER LIZÓN / EFE Pastor y el presidente de Saudi Railway Organizati­on, H. E. Mohamed Jalid al Suwaiket

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