Reconociendo
Las cosas donde estén. Barcelona, en estas pasadas fiestas de Navidad, ha estado espectacular. La iluminación, espléndida. Las tiendas, bien decoradas y presentadas con esmero. La ciudad, limpia. Los actos, fantásticos, creativos y elegantes. La inolvidable noche de Fin de Año en Montjuïc con el impresionante personaje llenísimo de vida. La fenomenal cabalgata de los Reyes Magos que emocionó a niños y a mayores. Los restaurantes, acogiendo con un servicio exquisito a domésticos y extranjeros (he visto camareros hablando en ruso, en chino y en inglés). Quizá sea el primer año en muchos que he podido pasar todas las fiestas en Barcelona. Si llevas una vida global, en el resto del mundo no celebran San Esteban, ni el día de Reyes. Las únicas fiestas son Christmas y New Year. Hay gente ocupada que hace turismo esos días que van del 25 de diciembre al 1 de enero. Pero también hay congresos que eligen esas fechas porque hay profesionales que pueden viajar mejor. Durante los años que fui presidente de una asociación en el campo de la dirección de empresas debía volar cada año el día de San Esteban a algún lugar del mundo donde había una asistencia muy notable de profesionales relevantes.
Si algo he aprendido en mi trabajo es que pocas cosas salen bien por casualidad. Detrás de todas estas maravillas que hemos vivido habrá habido un esfuerzo enorme. Se habrán pensado montones de alternativas. Unas se habrán eliminado por rutinarias; otras, por caras; otras, por inciertas. Se habrá planificado muchísimo invo-
Lástima que el alcalde de Barcelona se disponga a inmovilizar la ciudad, eliminando carriles al tráfico
lucrando a cientos de personas en actos que atraerían a decenas de miles de personas, que serían retransmitidos y en los que el menor fallo sería noticia. No queda más remedio que reconocerlo y felicitar a personas como el alcalde y su equipo, los responsables de seguridad, de tráfico, de limpieza, de medios y, sobre todo, de los acontecimientos públicos.
Lástima que al alcalde le hayan vendido ser un ACM ( anti car major- alcalde anticoches), y se disponga a inmovilizar Barcelona. Después de las fiestas se empiezan a estrechar calles, peatonalizar otras, eliminar carriles para coches. Ese dinero se podría utilizar (con las mismas constructoras) para hacer parkings. En uno de estos días de fiesta pude conseguir una de las últimas plazas de parking bajo el paseo de Gràcia. El parking estaba a tope, y las calles, arriba, llenas de vida. Comimos por allí y caímos en la tentación de comprar algo. Ya nunca nadie caerá en la tentación de comprar en Diagonal o en Balmes. Habrá aceras anchísimas y locales en traspaso. Necesitamos poder ir y venir por la ciudad. ¿Por qué no comprar en Sants, donde dos de mis tías, Conchita y María, tuvieron tiendas? ¿O en Gràcia? ¿O en el centro de Terrassa? Porque los problemas de movilidad y los ACM no son una exclusiva de Barcelona. El tiempo será testigo. Además, nosotros deberíamos ser procoche. Creamos y fabricamos muchos aquí, y ese es uno de los principales motores de nuestra economía. Pero los ACM se lo acabarán cargando. Que los jóvenes aprendan alemán, allí son más realistas con los coches. Cuando digo estas cosas me consta que hay quienes discrepan. Es una población creciente, caminante, de edad avanzada. No son grandes compradores y no utilizarían el parking. Tienen derecho a poder pasear. ¿Cuántos metros de ancho de acera necesitan? No hay grandes aglomeraciones hoy en día. Pero son muchos votos. Hagamos algo creativo para ellos. También se lo merecen. Pero las cosas donde estén.