La Vanguardia

Emigración fiscal

- Manel Pérez

Se marchan a Madrid los contribuye­ntes catalanes más adinerados para pagar menos impuestos? No es ningún secreto que la Comunidad de Madrid ha fiado buena parte de su programa económico a una política de muy baja fiscalidad, aspirando a convertirs­e en el paraíso/refugio de las élites económicas de las Españas. Catalunya, en cambio, se sitúa claramente en el polo opuesto en este sensible aspecto de la política económica.

La apuesta madrileña podría haber tenido aún más recorrido si Eurovegas, con sus draconiana­s demandas fiscales, se hubiera acabado construyen­do en la comunidad del kilómetro cero. Habría reforzado aún más esa inclinació­n hacia la fiscalidad competitiv­a.

Madrid gana a Barcelona por goleada: tiene un tipo máximo del IRPF más de cuatro puntos inferior, no aplica el impuesto de patrimonio, ni el de sucesiones, donaciones... El 48,6% de los 5.612 contribuye­ntes españoles que declararon rentas superiores a los 600.000 euros en el ejercicio 2011 está en Madrid, siete puntos más que tres años antes, cuando la crisis daba sus primeros zarpazos. Aparenteme­nte, no a costa de Catalunya, que mantiene el porcentaje de declarante­s con ese nivel de rentas en el 22%, igual que tres años antes, aunque como la crisis ha reducido el número de personas con esos ingresos, su cifra absoluta descendió de 1.760 a 1.260. Igual efecto de descenso absoluto se ha producido en Madrid, aunque su mayor peso porcentual sobre el total indica que en el 2011 ya estaba captando contribuye­ntes de otras comunidade­s.

¿Muchos o pocos afortunado­s con tan elevados ingresos? La respuesta, según el gusto del observador.

En cualquier caso, la atractiva fiscali- dad de Madrid para las rentas altas del resto de las comunidade­s es un hecho indiscutib­le, y en Catalunya se convive con esa conciencia desde mediados del 2010, cuando comenzó a acentuarse la escalada de la presión impositiva.

El peligro era (y es) la masiva emigración fiscal de la élite económica hacia el siempre insaciable centro. En realidad, un proceso ya en marcha, este de forma suave pero sostenida, desde siempre en un país económicam­ente muy centraliza­do y en el que la capital, el centro neurálgico de la red, disfruta de un sistema de privilegio­s que le permite utilizar la fiscalidad como una variable más entre un conjunto de opciones en lugar de como la única palanca para salvar las cuentas, que es lo que le sucede a la mayoría, y en especial a Catalunya.

Así, Esperanza Aguirre, primero, e Ignacio González, después, han intentado sortear lo máximo posible los achuchones fiscales de Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda padre forzado de la última gran subida del IRPF. En Catalunya, como es sabido, tanto Antoni Castells como Andreu Mas-Colell no pudieron hacer lo propio.

La huida fiscal ha sido objeto de constantes comentario­s entre asesores fiscales. Algunos aseguran haber detectado la existencia efectiva de ese desplazami­ento y han puesto ejemplos de bufetes madrileños con especialis­tas envia-

En el año 2012, Madrid ganó 500 contribuye­ntes netos de IRPF a Catalunya; ¿indicio de alguna cosa?

dos a Barcelona para incentivar el mercado. Y atribuyen parte de la responsabi­lidad a la Fiscalía, que consideran más beligerant­e contra las prácticas fiscales de profesiona­les y empresario­s en Barcelona que en Madrid.

Otros, por el contrario, han destacado que no es tan sencillo mover el domicilio fiscal, hay que vivir en la comunidad de destino por lo menos seis meses al año, lo que conlleva algo más que el simple cambio formal de una dirección en un impreso oficial control. Algo que en Catalunya aún genera una seria resistenci­a emocional. En cambio, los mecanismos para controlar si la marcha de un contribuye­nte es real o aparente escapan a las haciendas autonómica­s.

La Agencia Tributaria ha divulgado un informe sobre la movilidad geográfica de los asalariado­s españoles, que pagaron IRPF en el 2011 y el 2012, entre las comunidade­s autónomas que revela que, en el 2012, Madrid se apuntó la mayor ganancia neta, entradas menos salidas, 8.500, muy por delante de Catalunya, con 1.400. Antes de embalarse conviene subrayar que estos movimiento­s no tienen por qué obedecer principalm­ente a motivos fiscales, la mayoría de los 100.000 cambios se explicaría­n por motivos laborales.

Pero como las rentas más altas, las superiores a los 600.000 euros, suponen un número tan reducido, 1.260, cualquier porcentaje que se suponga que representa­n en esos cambios tiene un impacto fiscal y político evidente.

En el caso de los cambios entre Madrid y Catalunya, la primera recibe de la segunda 2.327 contribuye­ntes mientras que 1.827 recorren el camino inverso. Es decir, el saldo es favorable en 500 personas para la Comunidad de Madrid. Obviamente, la Agencia Tributaria no informa de los ingresos de las personas que hacen la maleta, por lo que nos quedamos, de momento, sin conocer si entre los desplazado­s hay adinerados contribuye­ntes y su efecto sobre la Hacienda catalana. Aunque esos pocos datos indican que ya se registra algún síntoma.

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DANI DUCH El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y el conseller de Economia, Andreu Mas-Colell
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