Italia, 1974: caricias y desamores
Hace 40 años los italianos confirmaron la ley del divorcio en un histórico referéndum que desató pasiones y cambió el país
En 1974, la revolución sexual estaba en su apogeo en Italia y los comunistas veían posible el sorpasso, el triunfo electoral sobre la correosa Democracia Cristiana. Eran tiempos de pasiones, en la playa y en la política. La canción del verano fue E tu, de Claudio Baglioni: “Acurrucados escuchando el mar/cuánto tiempo hemos estado/ sin decirnos palabra/ siguiendo tu perfil con un dedo/mientras el viento acariciaba despacio/ tu vestido/ y tú/ hecha de miradas tú/y de sonrisas ingenuas tú...”.
Los italianos de cierta edad se acuerdan bien de 1974. El 12 y el 13 de mayo de aquel año se celebró el histórico referéndum sobre el divorcio. Ya existía la ley sobre la disolución de matrimonio, la 898/70, que había entrado
La Iglesia católica perdió aquella batalla y ahora puede perder la de las bodas entre homosexuales
en vigor el 1 de diciembre de 1970. Pero la Italia conservadora y el Vaticano se rebelaban contra la nueva situación. En el referéndum se decidía si abrogar la ley o mantenerla. Votar sí significaba, pues, decir no al divorcio. Votar no suponía mantener el divorcio. Era un planteamiento propicio a la confusión y de ahí que los partidarios de uno y otro bando debieran explicarlo bien a la gente.
Las fuerzas favorables al divorcio, empezando por PCI –el partido comunista más poderoso de Occidente– exhortaban a acabar con las hipocresías sociales y a buscar solución a tantas parejas cuyo matrimonio era pura fachada o ni siquiera eso.
Uno de los anuncios prodivorcio que se emitió en las salas de cine lo protagonizó Nino Manfredi. Durante una pausa en el camerino, el actor explicó por qué apoyaba la ley: “Porque estoy a favor de la indisolubilidad del matrimonio exitoso pero no del que ha fracasado, porque es mejor el divorcio que los cuernos cotidianos o las bofetadas con intervención de los vecinos”. Manfredi lanzó una irónica andanada a la Iglesia católica al recordar que algunos amigos suyos, “pagando unos milloncetes” (de liras), habían logrado la anulación en el Tribunal de la Rota. “A uno de ellos se lo anularon por impotencia, aunque había tenido cuatro hijos –explicó–. Como impotente, me parece bastante prolífico. Pero estamos en el campo de la fe, de los milagros, hay que creer...”
El bando de los antidivorcistas se fue a Nueva York e hizo un anuncio en el que hablaba la consejera psiquiátrica de un centro de asistencia social. La señora alertaba de los efectos devastadores de la cultura divorcista estadounidense y trazaba una secuencia diabólica entre divorcio, soledad y suicidios. Italia debía protegerse de semejante plaga.
El resultado del referéndum fue una sorpresa, por contundente: el 59,3% votó por mantener el divorcio y el 40,7% por abolir la ley. Participó el 87,7% del censo.
La consulta ciudadana confirmó un viraje cultural y sociológico que estaba en la calle. Muchos católicos votaron contra la recomendación de la Iglesia. La Democracia Cristiana encajó el golpe y años después evitó, por la mínima, el temido sorpasso.
Según las estadísticas, uno de cada tres matrimonios italianos acaba en separación o en divorcio. La Iglesia perdió aquella batalla y puede volver a perder la de las bodas homosexuales, que aún no existen en Italia. Lo que ahora debate la Iglesia es si readmitir en sacramentos como la eucaristía y la confesión a los divorciados que han vuelto a casarse.
La prensa italiana ha recordado con cierta nostalgia aquel ambiente de 1974. Había pasión y menos desencanto que ahora. La
Tina Rocci se casó dudosa, tras un breve noviazgo de varios paseos y un par de helados dominicales
Stampa, de Turín, incluía el testimonio de Tina Rocci, la primera divorciada del Piamonte que volvió a casarse. La señora evocaba, con más pesar que alegría, que llegó al altar con apenas 20 años y un noviazgo breve que se limitó a varios paseos, un par de helados dominicales, una película de la que no recuerda ni el título y un fin de semana en la costa, con toda la familia del novio. Se casó ya muy dudosa y la pareja no funcionó. Con el segundo marido fue muy feliz, pero –¡ay la vida!– 21 años después de la boda lo perdió en un accidente de tráfico.