India enfila hacia un gobierno del hinduista BJP, según los sondeos
Participación histórica y mal augurio para el Congreso de la familia Gandhi
Tan pronto como cerraron los colegios electorales ayer, los medios indios se apresuraron a escribir la esquela del histórico Partido del Congreso, basándose en sondeos a pie de urna. Si el batacazo es de campeonato, como se apunta, hasta la incuestionable línea dinástica del Partido del Congreso (su cabeza visible, Rahul Gandhi, es hijo, nieto y bisnieto de primeros ministros) podría entrar en crisis.
Mientras, Narendra Modi, hinduista militante y polémico jefe de gobierno de Guyarat desde hace doce años por el BJP, estaría en condiciones de dar el gran salto a Nueva Delhi. No obstante, los resultados oficiales se conocerán el viernes.
Todo en las elecciones, empezando por su larga duración –36 días votando– y su número récord de fases –nueve, contra las cinco de hace un lustro– estaba pensado para rebajar la temperatura política, en un país complejo cuyos fusibles saltan fácilmente.
Sin embargo, el hambre de cambio está en la calle y se refleja en la participación histórica. Por primera vez, dos de cada tres indios (66,4%) han ejercido su voto para elegir la decimosexta Cámara Baja del Parlamento. Un porcentaje que deja pequeño el 64% de 1984, atribuible a la conmoción causada por el asesinato de Indira Gandhi a manos de sus guardaespaldas sijs. En la politizada Bengala la participación supera incluso el 80%.
Aunque hay que coger con pinzas los sondeos indios –que en el 2004 y el 2009 inflaron los resultados del BJP tanto como subestimaron los del Congreso–, la única esperanza, más bien remota,
Dos de cada tres indios votaron y el favorito es Narendra Modi, hinduista y candidato de los oligarcas
para el Partido del Congreso, es que los partidos regionales compensen su retroceso.
Anticipándose a la victoria de Narendra Modi, el índice de la Bolsa de Bombay alcanzó ayer su máximo histórico –que, todo hay que decirlo, está muy cerca de los niveles de hace cinco años–. Modi es el favorito de los oligarcas y de las grandes empresas indias, más que extranjeras. Sobre todo en Bombay, capital financiera y sede del Banco Central. Allí la mayor parte de los corredores de bolsa u operadores de diamantes hablan guyarati, lengua también de magnates como los Ambani, los Tata –y toda la emprendedora minoría parsi– y, claro está, de Modi, que apenas habla inglés.
Paradójicamente, el programa electoral del hinduista BJP está encabezado por una cita del filósofo Said Al Andalusí, almeriense del siglo XI que fue cadí de Toledo y que saludó a India como “primera nación en cultivar la ciencia”. Aunque ningún partido cuenta con tanta simpatía entre gurús y astrólogos como el BJP. Y si bien es cierto que India inventó el cero y los llamados números arábigos son en realidad una derivación de los números indios, Narendra Modi todavía debe demostrar que sabe sumar y no sólo dividir.
De momento, el electorado indio parece dar por bueno que su inmersión electoral en Benarés, la ciudad del Ganges, le ha limpiado de sus pecados sectarios.