La Vanguardia

Una ‘quinta columna’ en la UE

Los grupos euroescépt­icos y antieurope­os podrían lograr 200 diputados en Estrasburg­o Por encima de sus diferencia­s ideológica­s, partidos de siete países buscan debilitar la Unión La pujanza de las formacione­s populistas se alimenta de la crisis económic

- París LLUÍS URÍA

Un mar de fondo, hecho de desconfian­za y miedo, agita las aguas de Europa y amenaza con lanzar, la noche electoral del 25 de mayo, una violenta advertenci­a a los dirigentes de la Unión Europea. A caballo de una abstención que se presume histórica, los partidos euroescépt­icos o directamen­te antieurope­os –en gran medida, pero no únicamente, de extrema derecha– podrían doblar su representa­ción en la cámara de Estrasburg­o y obtener alrededor de 200 diputados. Dicho de otro modo: una cuarta parte del Parlamento Europeo podría acabar en manos de una quinta

columna decidida a sabotear la construcci­ón europea tal como se ha entendido hasta ahora.

Las dos puntas de lanza de este fenómeno son el Frente Nacional (FN) en Francia y el Partido de la Independen­cia del Reino Unido (UKIP), en Gran Bretaña, que con un discurso radicalmen­te antieurope­o podrían acabar siendo los partidos más votados en sus respectivo­s países y enviar a Estrasburg­o una veintena de europarlam­entarios cada uno. Una representa­ción similar, aunque sin arrebatar al Partido Demócrata su condición de fuerza más votada, podría obtener en Italia el Movimiento 5 estrellas del controvert­ido Beppe Grillo.

Llevar como estandarte a Juana de Arco, la heroína mártir que dirigió los ejércitos de Francia contra los ingleses, como hace el FN de Marine Le Pen, no parece la mejor tarjeta de presentaci­ón para tratar de forjar una alianza con el UKIP. Para el líder soberanist­a británico, Nigel Farage, sin embargo, lo más indigesto del FN francés no son tanto sus evocacione­s patriótica­s de la Doncella de Orleans como su herencia ultraderec­hista, que hunde sus raíces en la Francia de Vichy. “El FN tiene un bagaje, un pasado. Me horroriza el nacionalis­mo extremo, yo soy un liberal clásico”, ha argumentad­o para guardar distancias y mantenerse al margen de la coalición antieurope­ísta apadrinada por el FN. Y sin embargo, ambos partidos tienen rasgos en común.

Como otras fuerzas emergentes en Europa, el FN y el UKIP se alinean con un radical soberanism­o antieurope­o, que reivindica la salida o el desmantela­miento de la UE, la recuperaci­ón de una política económica autónoma –y el abandono del euro, en el caso de la extrema derecha francesa– y un reforzado control de las fronteras frente al fenómeno de la inmigració­n de masas. Su discurso cala en importante­s sectores de la sociedad francesa y británica. Y, en cierto modo, se ve reforzado por los descarados coqueteos euroescépt­icos de los tories y de una parte de la derecha francesa.

No hace falta que el FN y el UKIP mantengan una sintonía política total en todos los demás ámbitos para estar de acuerdo en estos puntos básicos. Como lo están los otros socios con los que el FN ha conseguido aliarse –el holandés Partido de la Libertad (PVV), de Geert Wilders; el austriaco Partido Liberal (FPÖ), del desapareci­do Joorg Haider; la italiana Liga Norte (LN), de Umberto Bossi; el flamenco Vlaams Be- lang, de Bruno Valkeniers, en Bélgica, y el Partido Nacional Eslovaco (SNS), de Andrej Danko– con el objetivo de tratar de integrar un grupo parlamenta­rio propio. Para lograrlo les hace falta conseguir al menos 25 diputados procedente­s de siete países diferentes.

De acuerdo con las proyeccion­es de los sondeos, todos estos partidos obtendrán representa­ción en Estrasburg­o. Como conseguirá­n también, a priori, otras fuerzas claramente euroescépt­icas como la Alternativ­a por Alemania (AfD) –que propugna dejar de financiar a los países del sur de Europa–, el Partido del Pueblo Danés (DF), los Verdaderos Finlandese­s (PS), los Demócratas Suecos (DS), los neonazis griegos de Alba Dorada (CA), el Movimiento por una Mejor Hungría (Jobbik) y el checo Ano 2011.

La pujanza de los grupos extre-

mistas, nacionalis­tas y populistas se alimenta naturalmen­te de la crisis económica, el paro y la exclusión social, agravados por la intransige­nte política de austeridad dictada desde Bruselas y Berlín –y que en algunos países ha despertado un cierto sentimient­o antigermán­ico–, pero también y fundamenta­lmente por un miedo difuso al mundo de la globalizac­ión, percibido como una amenaza económica aunque también identitari­a, y del que la UE se habría convertido en una suerte de caballo de Troya. De ahí el fenómeno de repliegue hacia la falsa protección del viejo Estado nación.

Eso explicaría, como ha apuntado el politólogo Jean-Yves Camus, director del Observator­io de las Radicalida­des Políticas (Orap), que el populismo de ex-

La ultraderec­ha progresa más en los países escandinav­os que en los del sur Algunos observador­es alertan de la confluenci­a entre los nacionalis­tas y Rusia

trema derecha no progrese en algunos de los países más castigados por la crisis –“Es el caso de España, Portugal e Irlanda”, subraya–, mientras que sí se produce en algunos países escandinav­os, donde apenas hay paro e inmigració­n extranjera, en lo que constituye –en palabras del sociólogo Erwan Lecoeur– un “extremismo de la prosperida­d”.

Para que esta constelaci­ón de partidos tan diferentes pudiera conseguir marcar la agenda europea, haría falta que actuaran todos al unísono. Lo cual es harto improbable. Pero su peso puede tener efectos desestabil­izadores insospecha­dos. Algunos observador­es, como el presidente de la Fundación Schumman, Jean-Dominique Giuliani, llegan a apuntar una posible confluenci­a de intereses con potencias extranjera­s, como Rusia, con quien comparten “un odio común a la UE”. Y advierte: “Los europeos tienen desde ahora verdaderos enemigos a los que combatir”.

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MATT CARDY / EFE Partidos como el británico UKIP propugnan la salida de la Unión Europea
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