La pureza de la sangre
Ocho apellidos vascos va camino de convertirse en una pandemia. De momento nos anuncian una supuesta versión francesa. El titular de El Economista es “Francia copia el éxito de Ocho apellidos vascos”. Debajo, el texto, de Europa Press: “Fenómeno cinematográfico, social y cultural, Qu’estce qu’on a fait au bon Dieu?, la última película de Philippe de Chauveron, una fábula humorística sobre las desventuras de una familia acomodada, católica y conservadora, cuyas hijas contraen matrimonio con ‘franceses de la diversidad’, que es la fórmula convencional para hablar de franceses negros, musulmanes, judíos, asiáticos... Al más puro estilo de Ocho apellidos vascos, el superéxito español”.
Pero, cuando explican la trama, las semejanzas entre ambas pelis no son tan claras. Tenemos un matrimonio de burgueses católicos practicantes, que han triunfado en la vida y ya tienen ganas de ser abuelos. La hija mayor se casa con un francés de origen norteafricano, musulmán y sin mucho dinero. La segunda hija se casa con un parisino judío, más pelado que una rata. La tercera se casa con un chico descendente de refugiados vietnamitas. Sólo les queda la posibilidad de que la cuarta hija, la pequeña, se case con alguien “como
Tenemos un matrimonio de burgueses católicos, que ya tienen ganas de ser abuelos
Dios manda”. Por eso, cuando les anuncia que tiene novio, le preguntan, aterrados, si es sudamericano o gitano rumano. La chica les explica que ni una cosa ni la otra, que es de una muy buena familia católica practicante. Y efectivamente, son católicos y de muy buena familia, pero de Costa de Marfil. ¿Dónde esta trama “copia el éxito de Ocho apellidos vascos”? Más bien recuerda –multiplicada por cuatro hijas– aquel gran filme que fue Adivina quién viene a cenar esta noche, con Sidney Poitier como protagonista central. A los críticos cinematográficos jóvenes esa peli les debe sonar a prehistoria.
El sábado comía con un amigo que, como algunos otros catalanes, tiene bastante tirria a los vascos –“son unos aprovechados”, “no han sido nunca solidarios con nosotros”, “son el embrión de España”...– y me explicaba que la peli le ha gustado precisamente porque reitera, una vez más, toda la saca de tópicos sobre los vascos. Me gustará ver cómo se reirá cuando estrenen la anunciada secuela catalana, que le permitirá saborear un refrito de los tópicos sobre catalanes a los que nos tienen acostumbrados las radios y las televisiones de Celtiberia. De momento, el aperitivo lo ha servido Santiago Fisas este fin de semana en un mitin, cuando ha apelado a sus treinta y dos apellidos “catalanes” para reivindicar la unidad de España. Imagínense qué le habrían dicho a cualquier otro que hubiese apelado a sus treinta y dos apellidos “catalanes” para reivindicar la secesión de Catalunya. Y preparémonos, porque, hasta el final de la campaña electoral, esta bromita de los apellidos catalanes nos la encontraremos hasta la sopa. Y siempre servida por camareros del mismo holding político.