La Vanguardia

Tarradella­s

- A. CASSINELLO PÉREZ, teniente general

Fue en Saint-Martin-le-Beau. Quería nuestro encuentro. Debía de haber estado muy solo en sus pensamient­os. Aquel día, sentados cada uno en su pequeña butaca junto a una humilde mesa camilla, hablamos de paz, de libertad, de Catalunya y España. Cuando le dije que yo era muy catalán me preguntó de dónde era y cuando le contesté que de Almería se rió a carcajadas. De Almería y catalán, que ser español es serlo de todas partes sin romper con ninguna. Irradiaba dignidad, paz, deseo de concordia, entendimie­nto. Él amaba a Catalunya. Tenía vivo el desgarro de la Guerra Civil y no quería repetir la historia. Soñaba con volver y unir a sus catalanes sin provocar ninguna ruptura. Porque su propósito era unir, soldar, restañar viejas heridas y convertir el desencuent­ro en gozoso encuentro. Buscar la paz como la buscaba Raimon, “al vent”.

No discutía nada. Le dolía la historia y no quería repetirla. Evocó sus recuerdos de octubre de 1934; el tremendo error de Companys de unirse a la huelga revolucion­aria. Las paces y las uniones son gozosas; las rupturas siempre duelen, desgarran, dejan heridas abiertas. Y él quería la paz de todos, que sería también la paz suya y de los suyos, que sería así la paz nuestra, sin distinción entre unos y otros.

Aceptaba y se sumaba a los pasos recorridos por aquella transición incipiente: la monarquía como institució­n común compartida; el Rey como árbitro supremo; Suárez como jefe del Gobierno de una España que englobaba su amada Catalunya.

Añoraba volver y poder gritar: “Ja sóc aquí!”. Lo hizo. Sin ruptura, sin desgarro, ante una España expectante de la que formaba parte una Catalunya alborozada. Valió la pena haber vivido aquel esfuerzo de síntesis que soñamos fuera el final de desen- cuentros. Ser de la parte y del todo, ser catalán y español y, si ustedes me dejan, no dejar de ser también de Almería

Mientras contemplo lo que ocurre en la actualidad, se agiganta ante mí la figura de aquel coloso que acertó a unir el camino de los catalanes y el del resto de los españoles que también amábamos a su tierra y a sus gentes. ¿No sirve de nada la historia vivida? Los difíciles desenlaces, las incertidum­bres, me pesan y me acongojan. Vivamos en paz los unos con los otros, estoy seguro de que ese fue el deseo de aquel gran hombre. Recordemos: “No hay camino, se hace camino al andar”.

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