La Vanguardia

El piloto republican­o

JOSEP FALCÓ SANMARTÍN (1916-2014) Teniente y jefe de la escuadrill­a nocturna al final de la Guerra Civil

- JOSEP PLAYÀ MASET

Josep Falcó, uno de los últimos pilotos supervivie­ntes de la guerra civil española, falleció ayer en Toulouse, donde vivía, a los 97 años. Con él no sólo desaparece otra leyenda de la aviación republican­a, que protagoniz­ó el último combate aéreo sobre el cielo de Catalunya, sino también uno de los personajes que han encarnado a través de los años el símbolo de la reconcilia­ción.

Hace tan sólo cinco años reveló por primera vez a este mismo diario que las flores que periódicam­ente aparecían junto a la lápida de un piloto alemán, que se estrelló en 1939 en Garriguell­a (Alt Empordà), no eran ni de familiares del fallecido ni, como se especulaba, de añorados de la Legión Cóndor a la que per- tenecía ese piloto. Eran suyas.

No fue hacia los años 70 cuando Josep Falcó descubrió que se había levantado una estela a Friedrich Windemuth, cuya Messerschm­itt BF 109 se estrelló junto al aeródromo de Vilajuïga-Garriguell­a el 6 de febrero de 1939. Fue ese día en que la Legión Cóndor atacó los últimos aparatos de la aviación republican­a que estaban a punto de huir hacia Francia. No lo lograron porque el ataque de los Messers dejó sobre la pista cerca de treinta aparatos calcinados. Uno de los escasos aviones que lograron levantar el vuelo fue el Polikarpov I-15, el Chato de Falcó, por entonces teniente y jefe de la escuadrill­a nocturna. Falcó se topó de cara con los Messers y tuvo la clara conciencia de que sus disparos tumbaron uno de los aviones. Es más,

Falcó protagoniz­ó el último combate aéreo sobre el cielo de Catalunya, el 6 de febrero de 1939

estaba convencido de que también derribó a otro, el pilotado por Hans Nirminger, aunque los alemanes siempre lo negaron (este episodio es uno de los más enigmático­s de la batalla aérea en Catalunya). Falcó huyó a pie a Francia porque su avión también fue derribado y pasó por el campo de concentrac­ión de Argelers y Gurs y luego emigró a Argelia a empezar otra vi- da. Cuando regresó a Francia, forzado por la revolución argelina, quiso volver al escenario de la batalla y fue entonces cuando descubrió esa lápida colocada por las autoridade­s franquista­s y alemanas para recordar al piloto alemán, de 24 años, nacido en Leipzig y fallecido en esa llanura que hoy está ocupada de nuevo por viñas. “Murió él, pero pude haber sido yo, y por eso siempre que volvía al Empordà recogía algunas flores y amapolas rojas y se las dejaba junto a la lápida”, repetía a todo aquel que lo iba a visitar a su piso de Toulouse, donde aún guardaba el maletín que le acompañó como única pertenenci­a personal al exilio.

Su última visita a Barcelona fue a finales del 2009, cuando se le hizo un pequeño homenaje con motivo de la Red Bull Air Race. Antes había regalado varias piezas al museo de la aviación La Sénia y había saludado al rey Juan Carlos en una ceremonia de homenaje a los exiliados en Toulouse. El año pasado el periodista francés Pierre Challier publicó su biografía: José Falcó, piloto de caza.

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