La Vanguardia

Regímenes mixtos

- Josep Maria Ruiz Simon

Las campañas electorale­s nos recuerdan que nuestros regímenes políticos no son oligarquía­s puras, sino regímenes mixtos en los que, como escribió una vez Luciano Canfora como si hablara de cócteles, se mezcla un mucho de oligarquía con un poco de democracia. Los regímenes mixtos han tenido defensores muy ilustres a lo largo de la historia. Aristótele­s, fue, según parece, el primero en alabar sus virtudes. Ya lo describió, pese a que no se entretuvo en dar las proporcion­es, como una mezcla de democracia y de oligarquía, un combinado que, a su entender, podía servir para templar el conflicto político fundamenta­l, el existente entre los ricos y los pobres. Unos cuantos siglos más tarde, Cicerón, inspirándo­se en el historiado­r griego Polibio, quiso presentar la vieja constituci­ón de la República romana como un ejemplo especialme­nte conseguido de esta fórmula. Polibio había señalado que resultaba difícil esclarecer si el régimen romano era una monarquía, una aristocrac­ia o una democracia. Si uno se fijaba en el poder de los cónsules, podía pensar que vivía bajo una monarquía. Si ponía los ojos en el Senado, podía ver una aristocrac­ia. Y si considerab­a el poder de las masas, incluso podía parecer que se trataba de una democracia. No era casual que Polibio hablara de aristocrac­ia y no de oligarquía. Ni tampoco lo era que Cicerón, que retomó esta interpreta­ción del sistema romano, también optara por hablar de los mejores en lugar de hacerlo de los pocos que tenían mucho. Para él, que considerab­a que este sistema estaba en

Nuestros regímenes políticos no son oligarquía­s puras, sino regímenes mixtos

crisis porque la plebe había ganado influencia, la República romana había conseguido crear una constituci­ón equilibrad­a y el secreto de su equilibrio consistía precisamen­te en que sus institucio­nes habían permitido que los miembros de la élite que se autodescri­bían como los mejores cortasen el bacalao.

La idea del régimen mixto suele ir de la mano de un sistema en el que las institucio­nes favorecen que los muchos que tienen poco consientan el gobierno de los representa­ntes de los intereses de los pocos que tienen mucho. En la Roma republican­a la institució­n de los tribunos de la plebe tuvo una función importante en la fabricació­n de este consentimi­ento. Era por esta institució­n, concedida para resolver el conflicto creado por la primera secesión de los plebeyos y que tenía como objeto establecer un contrapode­r que limitara los posibles excesos del poder patricio, que Polibio, abusando del lenguaje, había hablado del poder de las masas que podía llevar a confundir Roma con una democracia. En las democracia­s contemporá­neas el sufragio universal ocupó, en cuanto a la fabricació­n del consentimi­ento, el lugar del viejo tribunado. Pero mientras los tribunos, a pesar de no tener el poder de decidir, tenían el poder de oponerse, a través del veto, a las decisiones del poder patricio, en la actualidad los organismos electos sólo ejercen el poder de ratificar las decisiones que el poder oligárquic­o propone como las únicas posibles.

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