Regímenes mixtos
Las campañas electorales nos recuerdan que nuestros regímenes políticos no son oligarquías puras, sino regímenes mixtos en los que, como escribió una vez Luciano Canfora como si hablara de cócteles, se mezcla un mucho de oligarquía con un poco de democracia. Los regímenes mixtos han tenido defensores muy ilustres a lo largo de la historia. Aristóteles, fue, según parece, el primero en alabar sus virtudes. Ya lo describió, pese a que no se entretuvo en dar las proporciones, como una mezcla de democracia y de oligarquía, un combinado que, a su entender, podía servir para templar el conflicto político fundamental, el existente entre los ricos y los pobres. Unos cuantos siglos más tarde, Cicerón, inspirándose en el historiador griego Polibio, quiso presentar la vieja constitución de la República romana como un ejemplo especialmente conseguido de esta fórmula. Polibio había señalado que resultaba difícil esclarecer si el régimen romano era una monarquía, una aristocracia o una democracia. Si uno se fijaba en el poder de los cónsules, podía pensar que vivía bajo una monarquía. Si ponía los ojos en el Senado, podía ver una aristocracia. Y si consideraba el poder de las masas, incluso podía parecer que se trataba de una democracia. No era casual que Polibio hablara de aristocracia y no de oligarquía. Ni tampoco lo era que Cicerón, que retomó esta interpretación del sistema romano, también optara por hablar de los mejores en lugar de hacerlo de los pocos que tenían mucho. Para él, que consideraba que este sistema estaba en
Nuestros regímenes políticos no son oligarquías puras, sino regímenes mixtos
crisis porque la plebe había ganado influencia, la República romana había conseguido crear una constitución equilibrada y el secreto de su equilibrio consistía precisamente en que sus instituciones habían permitido que los miembros de la élite que se autodescribían como los mejores cortasen el bacalao.
La idea del régimen mixto suele ir de la mano de un sistema en el que las instituciones favorecen que los muchos que tienen poco consientan el gobierno de los representantes de los intereses de los pocos que tienen mucho. En la Roma republicana la institución de los tribunos de la plebe tuvo una función importante en la fabricación de este consentimiento. Era por esta institución, concedida para resolver el conflicto creado por la primera secesión de los plebeyos y que tenía como objeto establecer un contrapoder que limitara los posibles excesos del poder patricio, que Polibio, abusando del lenguaje, había hablado del poder de las masas que podía llevar a confundir Roma con una democracia. En las democracias contemporáneas el sufragio universal ocupó, en cuanto a la fabricación del consentimiento, el lugar del viejo tribunado. Pero mientras los tribunos, a pesar de no tener el poder de decidir, tenían el poder de oponerse, a través del veto, a las decisiones del poder patricio, en la actualidad los organismos electos sólo ejercen el poder de ratificar las decisiones que el poder oligárquico propone como las únicas posibles.