La Vanguardia

“No sufra, mosén, hemos ganado”

El Barça perdió la final de la Liga de 1946, pero al moribundo cura del club le dijeron que eran campeones

- XAVIER G. LUQUE

Sólo dos veces en la historia de la Liga el campeón se ha decidido en un partido final entre los dos únicos aspirantes. Sucedió en 1946, en Les Corts, donde el Barcelona debía ganar al Sevilla y sólo pudo empatar. Se repitió en 1951, en el terreno de juego sevillista, donde al Atlético de Madrid le bastaba el empate. Y lo consiguió. En los dos precedente­s se llevó el título el equipo visitante, que era también el que partía con ventaja de puntos. Este sábado, en el Camp Nou, llega el tercer capítulo de este relato. Barça-Atlético con la Liga en juego. El empate es oro para los de Simeone.

La última semana de marzo de 1946 deparó un desenlace espectacul­ar del Campeonato de Liga: primer clasificad­o contra segundo, jugándose el título en 90 minutos. Lo nunca visto en aquellos momentos. El Sevilla era el líder, con 35 puntos. Y el Barça ocupaba la segunda posición, con 34. Se enfrentaba­n en Les Corts.

Durante la semana el entrenador del Barça, el legendario Pepe Samitier, concentró a sus muchachos en Vallvidrer­a. Y además ordenó un aislamient­o absoluto: nada de llamadas telefónica­s, ni de visitas de familiares o aficionado­s. Samitier tenía clara la situación, muy similar a la del próximo sábado: “El empate juega a favor de ellos y eso compensa sobradamen­te la ventaja que nosotros podemos esgrimir por el factor campo”, declaraba en las páginas de El Mundo Deportivo.

Y avanzaba qué podía pasar sobre el terreno de Les Corts: “No creo que el Sevilla venga a destruir juego desde el minuto uno. Esa táctica es un arma de doble filo y tan solo es prudente utilizarla en determinad­o momento. Yo me figuro que crearán juego y harán todo lo posible para sacar ventaja en el marcador”.

El Sevilla se trasladó por tren y tras hacer escala en Madrid llegó el sábado a la estación de Francia. El club andaluz se acogió a una norma de la época y solicitó jueces de línea del mismo colegio del árbitro principal. Habitualme­nte los auxiliares los facilitaba el colegio local (en este caso el catalán) pero los clubs, en circunstan­cias excepciona­les, podían pedir ayudantes del mismo origen que el juez principal. Para este partidazo fue designado Pedro Escartín, el mejor árbitro del fútbol español de la posguerra. Y llegó con auxiliares madrileños, a petición del Sevilla.

El domingo 31 de marzo, a partir de las cinco de la tarde y con entradas de general a diez pesetas (40 céntimos costaba La Vanguardia) el campo de Les Corts registró un lleno absoluto. No había entradas desde el jueves anterior. Pero la decepción azulgrana fue mayúscula. El Sevilla se avan-

SITUACIÓN SIMILAR El Barça de Samitier jugaba en casa, pero el Sevilla, al que le valía el empate, arrancó un 1-1

zó a los siete minutos, en un remate de cabeza de Araujo que se coló por la escuadra izquierda de Velasco, según se apreció en el gráfico de Julio Santa-Cruz que publicó El Mundo Deportivo, décadas antes de la invención de los ordenadore­s y de la populariza­ción de la infografía. El empate llegó en el minuto 63, por mediación del ceutí Bravo. Y a pesar del acoso final desesperad­o del Barcelona y de una prolongaci­ón de casi cinco minutos por parte de Escartín no llegó el 2-1 que le habría dado el título al Barça. Mientras se producía el desenlace de la Liga, vivía sus últimas horas mosén Lluís Sabaté Monclús, un cura estrechame­nte ligado a la historia azulgrana. Presente en todos los actos institucio­nales desde los años veinte, mosén Sabaté era un fervoroso seguidor del Barça que bendecía banderas del club, animaba a los futbolista­s y sufría con sus andanzas deportivas. Apodado mossèn Lletuga por el humorista Castanys en las páginas del Xut, Sabaté murió sin poder presenciar el partido decisivo de Les Corts. Pero cuentan que en uno de sus momentos de lucidez tuvo fuerzas para preguntar: “¿Cuánto hemos quedado?”. Y que le tranquiliz­aron: “No sufra, mosén, hemos ganado”.

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ARCHIVO FC BARCELONA El cura culé. Mosén Sabaté bendice la primera piedra de Les Corts, el 19 de febrero de 1922. Abajo, Helenio Herrera y el rojiblanco Aparicio ofrecen el trofeo de la Liga de 1951, ganado en un partido final al Sevilla en su propio campo
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EFE / ARCHIVO

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