La Vanguardia

Dos mujeres marcadas por las deudas y el resentimie­nto

Madre e hija, detenidas por el crimen, odiaban a la presidenta del PP de León

- FERNANDO GARCÍA

Dinero y resentimie­nto; por motivos laborales y políticos. Esos fueron los ingredient­es que, con un brote de locura compartida como posible detonante, fraguaron el odio de Triana Martínez González y su madre, Montserrat González Fernández, las dos detenidas por el asesinato en la tarde del lunes de la presidenta de la Diputación y del PP de León, Isabel Carrasco. Según reveló a La

Vanguardia una amiga de la familia, Triana se veía ahogada a causa de las deudas contraídas con una costosa hipoteca y un lujoso Mercedes cuando, hace cinco días, le notificaro­n su derrota en el pleito que, por unos miles de euros, mantenía con la Diputación tras su despido en el 2011 como ingeniera de telecomuni­caciones a título de interina.

Según esta fuente, que desde hacía años mantenía una estrecha amistad con las dos mujeres y conoce asimismo al padre y esposo de las detenidas, el jefe de la Policía de Astorga, Pablo Antonio Martínez, la animadvers­ión de Triana y su madre hacia Isabel Carrasco no dejó de crecer desde la salida de la primera de la Diputación. Después de la expulsión, materializ­ada mediante la oferta de su plaza en unas oposicione­s que ella no pudo ganar, Triana aspiraba a que el PP la situara en el puesto número dos de la lista de Astorga en los comicios de mayo del 2011 –asegura su amiga–. La joven ya había ido en las listas populares en el 2007 en el séptimo puesto de la candidatur­a: un lugar que a priori le daba buenas posibilida­des de convertirs­e en concejal (siete eran los ediles del PP hasta entonces). Pero los votos no le llegaron. En cambio, en el 2011 “le ofrecieron el décimo puesto y ella se lo tomó fatal”. Triana y su madre “culpa- ban de eso y de todo” a Carrasco en tanto que poderosa líder del PP leonés y madrina del cabeza de lista y ahora portavoz del PP en el Ayuntamien­to, Jacinto Bardal.

La chica y “sobre todo su madre” hablaban de sus problemas y odio hacia Carrasco –no delante de cualquiera pero sí de su amiga– todo lo que no hablaron ayer ante la Policía. Según fuentes de Interior, ambas se negaron a colaborar con sus interrogad­ores mientras en la calle otros agentes se afanaban en la búsqueda del arma del crimen: una pistola de pequeño calibre con la que, de acuerdo con dichas fuentes, la madre al parecer disparó los tres tiros –dos de ellos mortales– que acabaron con la vida de la dirigente popular cuando caminaba por una pasarela sobre el río Bernesga en León. Los policías rastrearon el cauce fluvial durante todo el día de ayer, hasta anoche sin resultados.

A falta de cooperació­n de las arrestadas, el cuerpo armado y la juez que ayer asumió y declaró secreto el caso cuentan no obstante con el testimonio del policía jubilado que, junto con su mujer, vio a la autora de los disparos cuando perpetraba el crimen. La pareja siguió a la homicida –supuesta-

Madre e hija se niegan a cooperar; mientras, la policía busca el arma en el río Bernesga La joven culpaba a Carrasco de su despido y el freno a su carrera política

mente la madre según la versión policial– hasta el punto donde debía reunirse con su familiar y cómplice. Las dos iban a huir en el Mercedes de Triana. Mientras hacía el seguimient­o, el jubilado fue informando por teléfono a sus antiguos compañeros. Ese testimonio inmediato permitió la doble detención.

La amiga de las dos arrestadas, que prefirió no revelar su identidad, aseguró que hasta ayer veía en ellas a “dos personas encantador­as” a las que “ni en el peor de los sueños” habría atribuido impulsos asesinos por mucho que ambas hubieran “cambiado radicalmen­te” desde el despido de Triana y, a partir de ese momento, “echaran pestes” de Carrasco.

La joven, propietari­a de un establecim­iento al que las acusadas acudían con frecuencia (la última vez el domingo), admitió con todo que la madre y en menor medida la hija eran “algo raras o especiales, más que nada porque siempre, siempre iban juntas a todos lados”.

La buena considerac­ión que esta empresaria tenía hasta ahora por sus amigas pese a esas posibles rarezas era compartida por mucha gente. Resultaba chocante, pero lo cierto es que, a la vez que el presidente Mariano Rajoy y el obispo Julián López ensalzaban la figura de Isabel Carrasco antes y durante el multitudin­ario funeral celebrado en la catedral de León, políticos de todos los colores de Astorga reconocían asimismo las virtudes que hasta el lunes veían en Triana y Montserrat: sus vecinas desde hacía once años.

Después de su despido, Triana se enfrentó a la Diputación presidida por Carrasco en un complejo litigio por “lesividad de actos administra­tivos”. En virtud del pleito, la administra- ción exigía a su exempleada el reintegro, según los investigad­ores, de 12.000 euros. Fuentes sindicales de la Diputación precisaron que la ingeniera debía al órgano 6.500 euros.

La amiga de las detenidas señaló que Triana “temía perder el piso” que hace años, en tiempos mejores, adquirió en una “zona de moda” de León. “Me dijo que me diera prisa en visitarlo porque podían embargárse­lo”. La ingeniera, en paro desde mayo del 2011 salvo trabajos muy esporádico­s, también le confesó al parecer “sólo en gastos tenía que pagar 2.000 euros al mes, la mayor parte por la hipoteca del piso”. El Mercedes de gama alta que la joven conducía lo había comprado en Alemania –donde hizo el proyecto de fin de carrera–, aunque la amiga no sabía si aún debía algún dinero por el vehículo. Triana estaba tan entrampada que “hace unos meses rechazó un trabajo con un sueldo de 3.000 euros” en Madrid. “Decía que no le salía a cuenta”,

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NACHO GALLEGO / EFE / ARCHIVO Tarde de dolor. La catedral de León acogió el funeral por la presidenta de la Diputación. En la otra imagen, Triana Martínez, detenida junto a su madre por el crimen
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JESÚS F. SALVADORES / ‘DIARIO DE LEÓN’ Juntas en los buenos tiempos. Triana Martínez, hija de la presunta asesina, y la víctima, Isabel Carrasco, en el 2010 antes de que la primera fuera despedida de la Diputación.

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