Diálogo y sangre
Siete muertos en el este mientras la OSCE inicia su mediación
Los países de la Unión Europea, encabezados por Alemania, y la OSCE intentan poner en marcha cuanto antes una hoja de ruta para el diálogo en Ucrania. Preocupa la celebración de las elecciones presidenciales del 25 de mayo, más amenazadas tras los referéndums de independencia que organizaron el domingo pasado los rebeldes prorrusos de las provincias de Donetsk y Luhansk. Pero no parecen dispuestos a presionar al Gobierno de Kíev para que retire sus fuerzas armadas del este de Ucrania, como pide Rusia. Además, nuevos enfrentamientos en el este se cobraron la vida de siete soldados.
Para hoy se ha convocado una mesa redonda en Kíev, pero podría resultar más cuadrada que la de diciembre pasado. A ella asistirán los tres primeros presidentes de Ucrania (el cuarto, Víktor Yanukóvich, expulsado en febrero, está refugiado en Rusia); las actuales autoridades –a las que Moscú no da legitimidad–, los líderes regionales y los candidatos a las elecciones presidenciales. Los rebeldes prorrusos no estarán presentes. Para Kíev, se trata de “terroristas”.
Las discusiones las dirigirá el diplomático alemán Wolfgang Ischinger, nombrado el lunes mediador de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
La hoja de ruta, que esbozó el presidente suizo y de la OSCE, Didier Burkhalter, el lunes, se centra en el diálogo. Hace un llamamiento a todas las partes a abstenerse de la violencia e insta a aplicar una amnistía inmediata, además de conversaciones sobre la descentralización del poder y el estatus del ruso.
La iniciativa incluye algunas de las demandas de los insurgentes y ayer Rusia se felicitó por la iniciativa.
Huele, sin embargo, a más de lo mismo. El primer ministro en funciones de Ucrania, Arseni Yatseniuk, repitió ayer las fórmulas que viene proponiendo su gobierno desde el ya fracasado encuentro de Ginebra del 17 de abril: reforma constitucional, descentralización del poder y lucha contra la corrupción.
Pero en las últimas semanas los hechos se han ido sucedien- do. En primer lugar, sólo las élites de Donetsk aceptaron sentarse con Yatseniuk cuando viajó a esa provincia llevando estas mismas propuestas. Luego las autoridades de Kíev lanzaron una operación militar, que llaman “antiterrorista”, para hacerse con el control del este del país. El ejército y la Guardia Nacional ucranianos bloquean la ciudad de Sloviansk, el principal bastión rebelde, y desde entonces se han sucedido combates en esta y otras ciudades. El último, ayer mismo. El Ministerio del Interior ucraniano in- formó de la muerte de siete soldados en un ataque de las milicias prorrusas en Kramatorsk. Más de 50 personas han muerto en la provincia de Donetsk durante la ofensiva militar.
En este tiempo también ocurrió la tragedia de Odesa, con 48 muertos tras la muerte esta sema-
LA PRO PUESTA PAN EUROPEA Fin de la violencia, descentralización, amnistía y estatus para el idioma ruso SÍ ALA INICIATIVA, PERO. . . Rusia pide el fin de la “operación de castigo”, que ha dejado más de 50 muertos en Donetsk
na de dos heridos graves. Y los dos referéndums del domingo, sin garantías, sin seguridad, ilegales para Kíev y la comunidad occidental, pero al fin y al cabo reales. Para los rebeldes y buena parte de la población de esas provincias eso legitima más sus posiciones. Según los organizadores, el 89% votó independencia. Así que habrá que encajar esta realidad en esta hoja de ruta.
El ministro de Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, que llegó ayer a Kíev, dijo en rueda de prensa con Yatseniuk esperar que se consiga “evacuar los edificios, desarmar progresivamente a los grupos armados y restablecer la autoridad del Estado”.
Steinmeier se encontró con el oligarca Rinat Ajmétov, el hombre más rico de Ucrania y hasta que estalló esta crisis el poder de facto en Donetsk.
A Ajmétov se le ha relacionado con los rebeldes prorrusos, en un intento de hacer valer su poder tras la defenestración de Víktor
Yanukóvich frente a otros oligarcas. En una entrevista en el diario Rossískaya Gazeta, el auto-proclamado “gobernador popular” de Donbass, Pável Gúbarev, ha dicho que “dos tercios de los activistas prorrusos” reciben dinero de Ajmétov. El magnate lo ha negado: “Yo no he pagado nada, no he comprado a nadie”. Además, se ha declarado partidario de una Ucrania unida.
Igual que Kíev, Moscú tampoco se baja del caballo e insiste en que la operación militar, que en la capital rusa califican “de castigo”, debe cesar, y que el ejército debe retirarse para que se den las condiciones necesarias para el diálogo.
“Si Kíev toma esas medidas, esperamos que los líderes de las fuerzas de autodefensa de Donetsk y Luhansk reaccionen de manera adecuada”, aseguró ayer el Ministerio de Exteriores ruso en un comunicado de prensa. La cancillería rusa confía en que “la aplicación de las disposiciones de la hoja de ruta crearán las condiciones para lanzar un gran diá-
ILEGAL PERO REAL Moscú recuerda que los referendos indican a Kíev la profundidad de la crisis
logo nacional con la participación de todas las fuerzas políticas y las regiones de Ucrania, dirigida a la reconciliación, y una reforma constitucional, encaminadas a evitar que el país se deslice hacia la catástrofe”. Pero también señaló que los referéndums del domingo “deben ser una clara señal para Kíev de la profundidad de la crisis”.
Rebeldes prorrusos armados mantienen el control de más de treinta edificios gubernamentales en una docena de ciudades. La revuelta comenzó a principios de abril. Durante este tiempo no había claridad sobre si su objetivo era la independencia y la unión a Rusia, siguiendo el ejemplo de Crimea, anexionada por Rusia en marzo, o la federación dentro de Ucrania. El lunes sus líderes declararon estados independientes la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk. Los rebeldes de Donetsk pidieron a Moscú ser absorbidos e incorporados a la Federación Rusa. Los de Luhansk han anunciado otra votación para decidir esta cuestión.
Moscú, sin embargo, no ha respondido a esta petición. Didier Burkhalter se felicitó el lunes de que Rusia sólo se hubiese limitado a mostrar su “respeto” por las votaciones. La diplomacia debería aprovechar la oportunidad.
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