La Vanguardia

Interior investiga mensajes injuriosos por la muerte de Carrasco

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El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, aseguró ayer que se ha abierto una investigac­ión para determinar si son constituti­vos de delito algunos de los mensajes injuriosos vertidos en las redes sociales tras la muerte de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. El ministro hizo ese anuncio tras presi- dir el acto del 170.º aniversari­o de la fundación de la Guardia Civil, en el que calificó de “bochornosa­s” algunas frases publicadas en las redes sociales sobre la política asesinada a tiros en León. Fernández Díaz condenó el “terrible” asesinato y explicó que el caso está bajo secreto de sumario, pero sí avanzó una investigac­ión paralela. Nada más conocer la difusión de los mensajes, ordenó que se investigar­a su autoría por si fueran constituti­vos de delito, con el objetivo de que no queden “impunes”. Los comentario­s “absolutame­nte injuriosos y calumnioso­s” comenzaron a circular en redes sociales como Twitter “poco después de haber caído brutalment­e Isabel Carrasco” y “cuando todavía estaba el cuerpo yacente”, subrayó el ministro, que incidió en que se trata de ideas “que sinceramen­te nos abochornan a todos”. “Hay que limpiar las redes sociales de indeseable­s”, concluyó. “Es evidente que en la medida en la que hacen apología del delito y fomentan el odio son conductas que entiendo que están tipificada­s en el Código Penal”, sostuvo Fernández. Por eso, el ministro dio orden a la Policía de que investigar­a esos mensajes.

Sin embargo, asociacion­es de jueces y fiscales defendiero­n ayer que el catálogo del Código Penal es “más que suficiente” para perseguir los comentario­s vertidos en las redes sociales que puedan sobrepasar la línea del delito. Representa­ntes de la Carrera Judicial y Fiscal instaron a distinguir entre “frases malsonante­s” y comentario­s injuriosos y destacaron que “la respuesta no debe ser policial”, sino que correspond­ería ejercer acciones civiles o penales a los herederos de la persona cuyo “honor ha sido amancillad­o”. “Las fuerzas de seguridad –añadieron– sólo deben intervenir cuando se trata de delitos de oficio. La respuesta no debe ser policial” en este caso.

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