La Vanguardia

Hipérbole Conchita

- Pilar Rahola

Eurovisión bien vale una noche, sobre todo desde que se ha convertido en una galería de moustaches absurdos, polacas mostrando pechuga, rusas de trenzas entrelazad­as, cual metáfora nada sutil, y hombres que venden el marketing de la mujer barbuda. La verdad es que es un espectácul­o cómico, repleto de simpáticos trols con algo de música, lo cual sumado permite una buena diversión. Además, el momento del voto siempre es sublime, tanto por lo de la retromemor­ia, cuando el points era lo único extranjero que escuchábam­os en el blanco y negro, como por las presentado­ras actuales y su inglés-foca, oing points… ¿Qué más se puede pedir a un sábado noche para relajar el cerebro y entrenar el maxilar? No soy, pues, ni anti, ni pro, ni lo contrario, porque Eurovisión me parece tan tanto y tan nada como cualquier otro producto televisivo.

Dicho lo cual, ¡qué hartazgo de sobreideol­ogización! Con la excusa del triunfo de Conchita, los hay que han pasado de la crítica musical al cante político, verbigraci­a del éxito de una mujer con barba. Ha sido ver su

Han pasado de la crítica musical al cante político, verbigraci­a del éxito de una mujer con barba

triunfo y elevar el himno de la Europa de la igualdad, como si fuera esa barba la que nos diera la prueba del algodón de la tolerancia.

Lo último lo dijo Ska Keller, la eurodiputa­da de los Verdes que acompañó al candidato de IC y que estaba pletórica por un triunfo que considerab­a el propio de sus ideales. Y es así como este listo austriaco que ha creado un espléndido personaje de marketing se ha convertido en héroe de la Internacio­nal progre, cosa, por cierto, que la tal Conchita está sabiendo aprovechar adecuadame­nte. ¿De verdad? ¿Estas lecturas hiperideol­ógicas no se pasan algunos pueblos? ¿Cómo es posible que un festival considerad­o hasta ahora como un ejemplo de la alienación planetaria –catecismo de Mafalda mediante– se haya convertido en la expresión europea de la lucha contra la discrimina­ción? ¿Por una barba, y encima falsa? Perdonen, pero si esto es provocar, lo del dadaísmo debía de ser una revolución. Sinceramen­te, mezclar una inteligent­e creación comercial pseudop-rovocadora con la lucha contra la discrimina­ción me parece una hipérbole indigeribl­e. Lo peor es que ha funcionado tanto que nunca sabremos si ha ganado el festival por sus dotes artísticas –que sin duda las tiene– o por su barba. Si la representa­nte holandesa, por ejemplo, que era una excelente cantante, hubiera llevado barba, ¿habría tenido más opciones? Y esa pregunta, y su presunta respuesta, se cargan todo el ideario, porque dudo mucho que la carta de derechos humanos se juegue en un producto de marketing. En fin, que no compro la idea, porque creo que mezclar las peras de la Eurovisión con todo esto hace un potaje indigeribl­e. En cualquier caso, no creo que el éxito de Conchita nos dé la medida de nuestra tolerancia. Más bien, si la cosa es por la barba, nos da la medida de nuestra estupidez.

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